Hacía años que no descansaba tanto como este verano. El lugar más lejano donde he ido estaba a cuatro horas en coche de casa. Y no soy la única. Las vacaciones del 2020 han sido unas vacaciones de proximidad, de kilómetro cero. Después de lo mal que lo pasamos con el confinamiento, teníamos bastante con ver el mar o la montaña y coger aire. Las hemos vivido intensamente. Había la sensación de que teníamos que aprovechar y saborear cada momento al máximo, como si estuviéramos viviendo al límite, en tiempo de descuento, y en cualquier momento pudieran volver a encerrarnos. Hemos buscado destinos cercanos, hemos cocinado más porque hemos comido más en casa, hemos hecho menos cosas, hemos tenido el lujo de vaciar nuestras agendas. Nos hemos cuidado más. Lo necesitábamos.
El regreso a la rutina tras las vacaciones
Huir de la ciudad
La gente, las aglomeraciones y los desconocidos nos asustan, tenemos la sensación de que evitar el contagio aquí es más difícil
Huir de la ciudad, por Eva Arderius, ilustración Conte. /
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