Le sucede al PDECat lo mismo que a Pedro con el lobo. Tantas veces ha anunciado que el divorcio con Carles Puigdemont era inminente que ahora que es prácticamente una realidad nadie, en los mentideros políticos, se atreve a darlo por cierto. Pero los hechos certifican que la terapia de parejas que se autoimpusieron en forma de tiempo y reuniones -la mayoría sin sentido- solo ha funcionado como coartada para evitar la acusación de ser el que rompe la pareja sin haber hecho antes todo lo posible por evitarlo.
Acaba el baile. Empiezan los golpes
Los asaltos en los que los púgiles intercambian golpes de tanteo ha finalizado y ahora se buscan con ganas la mandíbula y los riñones
David Bonvehí y Carles Puigdemont, durante una reunión en Waterloo, en enero del 2019. /
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