No está escrito que Antonio Machado pensara que los espíritus tienen por costumbre pasearse entre los vivos. El poeta fue un hombre de sentimientos religiosos muy crítico con el clericalismo español. Su espíritu valiente, coherente y libre le llevó a defender una determinada idea de España: republicana, laica y progresista. Creía que la educación era la base para cambiar la sociedad. Miró con preocupación ciertos aspectos del Estatut de 1932. No por anticatalanismo, sino por creer que podían poner en riesgo el propio ideario de la Republica. Su preocupación no era territorial, sino social.

Machado fue una de las más de 400.000 personas que emprendieron una marcha agónica al exilio tras la toma de Barcelona por las tropas franquistas. Puigdemont y Torra han visitado su tumba en Colliure, con foto y mención al exilio incluida. El ‘procés’ ha tratado de identificarse con todos los símbolos y las luchas justas de la historia, también con el concepto de democracia y libertad… Ahora parece que ha llegado la hora de la Segunda República. Lástima que el espíritu de Machado no pueda atender a las visitas como se merecen.