AL CONTRATAQUE

Manipulando a Beauvoir

Se puede estar de acuerdo o no con la escritora francesa cuando niega la esencia femenina, pero no hacerle decir lo contrario de lo que ella misma defendió

Simone de Beauvoir, en su despacho en París en 1977. / ARCHIVO / J. PAVLOVSKY

La manipulación de Simone de Beauvoir está llegando a niveles grotescos. Por las posturas que se defienden invocándola se diría que pocos han leído 'El segundo sexo', que de toda su obra lo único que se conoce es la frase: "No se nace mujer, se llega a serlo". Cuando la francesa hace esta afirmación en ningún momento se refiere a la identidad ni a una esencia innata intrínsecamente femenina. Todo lo contrario, se confronta con uno de los pilares fundamentales del patriarcado, el que justifica la opresión sistemática de las mujeres en base que una supuesta naturaleza.

Si leer los dos volúmenes del 'Segundo sexo' es demasiado, se puede ver una entrevista televisada disponible en Youtube donde la misma Beauvoir dice: "Ser mujer no es un don natural, es el resultado de una historia. No hay destino biológico ni psicológico que defina la mujer. Es una historia la que hace la mujer. Una historia que ha tenido como resultado su estatus actual. La historia de su infancia es lo que crea en ella algo que no es en absoluto un dato, una esencia. Que crea en ella lo que llamamos eterno femenino, feminidad". Es decir, que lo de "llegar a ser mujer" significa convertirse en sujeto oprimido, en una persona de segunda, condicionada por la situación que le viene dada. Esta situación está formada por un tejido denso de discriminaciones que se articulan sobre la biología de las hembras humanas. No puede ser, por lo tanto y menos aún desde un punto de vista feminista, un "llegar a ser" deseable porque lo que impone es una situación de subordinación, alienación, falta de posibilidades, derechos y libertades.

Una pintada de hace unos meses en París puede aclarar el concepto: "No nacemos mujeres, morimos por serlo". O el título del libro de Manon García: 'No nacemos sumisas, llegamos a serlo'. Nada que ver con defender ese "llegar a ser" como identidad, ni mucho menos, todo lo contrario: Beauvoir denunciaba que fuéramos encerradas en una feminidad que de innato no tenía nada.

Se puede estar de acuerdo o no con la francesa cuando niega la esencia femenina. Lo que no se puede es practicar la mala fe de hacerle decir lo contrario de lo que ella misma defendió.