Dos miradas

Acogida

A los temporeros migrantes se les culpabiliza del contagio del virus, del mismo modo que a los jóvenes extutelados se les acusa de delincuentes

Alí, Toukif y Abdel, viven en una granja abandonada en Aitona (Segrià). Aquí lo único que importa es la fruta, dicen. / FERRAN NADEU

Seis migrantes argelinos expulsados de Los Nietos (Cartagena) por decenas de vecinos. Los insultos racistas cortan el aire. Los hombres habían llegado en patera. El test del coronavirus dio negativo, pero debían pasar la cuarentena preventiva. Una oenegé los instaló en un piso del pueblo. Hasta los niños los insultaban. Los vecinos aseguran que no son racistas. Solo temen al virus, dicen.

A los temporeros migrantes se les culpabiliza del contagio del virus, del mismo modo que a los jóvenes extutelados se les acusa de delincuentes. Y sí, los temporeros que malviven en la miseria más absoluta difícilmente pueden evitar el virus, también son demasiados los jóvenes migrantes atrapados en la imposibilidad de trabajar por no tener papeles y no poder conseguir papeles porque no trabajan. A unos y otros, la ley solo les ofrece intemperie. Son muchas las instituciones implicadas en el fracaso de la acogida. Y ese fracaso estalla en múltiples injusticias. Añade sufrimiento a los más vulnerables, genera conflictos y despierta la mirada del odio, esa que alienta la ultraderecha. El fracaso en la acogida solo nos hace peores.