En 1842 el imperio Qing entregó a perpetuidad la pequeña isla de Hong Kong a Gran Bretaña tras perder una narcoguerra y se obligó a consumir opio de la India británica. Así Inglaterra podía pagar la factura del producto de moda, el té, que importaba de China. El imperio español, 250 años antes, tuvo un problema similar con el pago del comercio de las apreciadas porcelanas y sedas chinas, pero lo solucionó de una manera menos belicosa: envió cada año en la nao de Filipinas plata de América que los Ming precisaban para acuñar moneda.
Tensión en Asia
El difícil futuro de Hong Kong ¿Está rota la porcelana?
Los inversores usan la excolonia británica porque no se fían de la "justicia popular" de Pekín
Activistas prodemocracia protestan en el centro de Hong Kong el pasado 9 de junio. /
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