AL CONTRATAQUE

Una lectora menos

Crítica, apasionada y entusiasta, siempre me venía a la cabeza cuando tecleaba mis artículos, aunque fuera un instante

Un gesto cariñoso de Xavier Sardà a su hermana, Rosa Maria Sardà, en la presentación de un libro en Barcelona, el pasado noviembre / periodico

Xavier Sardà

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Esta sección tiene una lectora menos. No es una lectora cualquiera. Ha sido una lectora crítica, apasionada y entusiasta. Habitualmente me enviaba sus comentarios por WhatsApp y, cuando el tema lo requería y era de mayor envergadura, había llamada.

De esta lectora he aprendido a decir lo que pienso sabiendo que, por tanto, no es posible gustar a todo el mundo. Se aprende mucho de los lectores. Tenéis que saber que leo todos y cada uno de vuestros comentarios. No soy de redes sociales, porque tengo el privilegio de decir lo que pienso aquí y en otros medios de comunicación.

Es muy difícil saber cómo está el censo de lectores. Los habrá que vienen, que se quedan. Los habrá que se van. Por eso, constatar fidedignamente que hay una lectora menos es algo que merece consignarse. Una lectora de este humilde artículo. Cuando uno escribe piensa casi inconscientemente en algunos prototipos de lectores. Esta lectora siempre me venía a la cabeza cuando tecleaba mis artículos, aunque fuera un instante.

Hoy pido disculpas a todos porque no se me ocurre hablar de ningún otro tema. Este artículo quedará por hacer como tantas cosas en la vida. Sin mi lectora me he quedado bastante solo. Digo "bastante", para hacerme el distante. La verdad es que la falta de mi lectora es irreparable. Creo que hablaré con contabilidad y que no me paguen este artículo. Es un artículo que no lo es.

He estado a punto de decir que esta semana no escribía nada por la falta de mi lectora, y quizá habría sido mejor. Pido toda vuestra condescendencia y comprensión, a pesar de que yo mismo no sé si se las otorgaría a un cronista que adolece de este modo de la falta de una lectora. El caso es que este deslavazado texto ella no lo leerá, creo que para mi bien físico. Imagino a mi lectora diciéndome que me deje de historias y de cuentos y que a ver si me pongo en solfa y me dejo de tonterías.

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Agradezco a mi lectora que me haya enseñado a ver el mundo con su apasionante temperamento y su enorme cultura. Adiós, lectora.

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