Vivimos en una sociedad niñofóbica, a la que la crisis del coronavirus ha hecho caer la careta. Lo hemos visto, desde que estalló la emergencia sanitaria, con unas políticas que han mantenido a las criaturas encerradas en casa 44 días, sin tener en cuenta sus necesidades físicas y emocionales, y en comentarios y artículos publicados que han mostrado sin tapujos desde la incomprensión hasta el odio hacia los pequeños.
Un colectivo ignorado
En defensa de las criaturas
Con el mantra "los niños se adaptan a todo", durante el confinamiento se han pisoteado sus derechos
Varios niños juegan en el barrio de Sant Andreu de Barcelona, el pasado 26 de abril, primer día con permiso durante el estado de alarma. /
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