DOS MIRADAS

No es un elogio fúnebre

La Sardà sabia que es sobre un escenario donde se construyen las pasiones perdurables

Rosa Maria Sarda, en un homenaje a Miquel Martí i Pol, en el 2013 en Barcelona. / ARCHIVO / JULIO CARBÓ

La última vez que vi a la Sardà (el artículo se reserva para las grandes, como la Espert o la Lizaran) fue en el Teatre de Salt. Debía participar en un acto de homenaje a su compañera y amiga, también actriz, Cristina Cervià, que había fallecido pocos meses antes. No lo pudo hacer, porque la debilidad del cuerpo impedía ese esfuerzo, pero sí dirigió la pieza, 'CredoinunsolODIO', con una potencia extrema, con la vitalidad de quien sabía que es sobre un escenario donde se construyen las pasiones perdurables. Es a partir de lo efímero que se consigue crear momentos que nunca se marchitarán. La esencia del teatro es esta.

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