La desescalada

La madalena de los crespones negros

Aquí y allá se pilla el gesto de bajarse la mascarilla. No siempre se reprime. Desde luego por comodidad. Quizá también porque ese esbozo es la rémora de un dolor que quiere abandonarse

Una terraza en la playa del Bogatell. / FERRAN NADEU

Mientras se supone que nos preparamos para una nueva normalidad, una anormalidad llena de normalidad parece pugnar para imponerse. Y el trabalenguas es definitorio del caos mental que tantos sostenemos sobre nuestros hombros. Llevamos semanas, meses, sumergidos en una situación onírica que transita entre el sueño y la pesadilla según las pérdidas personales. Pero llega la desescalada y la vida anterior insiste en abrirse paso. Los días se pueblan de gestos que adquieren el espíritu del tic, casi irrefrenables. Basta con salir a la calle y observar los encuentros. Aquí y allá se pilla el gesto de bajarse la mascarilla. No siempre se reprime. Desde luego por comodidad. Quizá también porque ese esbozo es la rémora de un dolor que quiere abandonarse. La madalena de Proust de los crespones negros.