Cuando la primera potencia mundial estaba a punto de alcanzar los 100.000 muertos a causa del coronavirus (en Vietnam murieron 58.000 estadounidenses), el New York Times dedicó íntegra su portada del domingo a 1.000 de esas víctimas, con sus nombres en negrita, su edad y lugar de nacimiento, un inicio de biografía. Era su forma de homenajear a los muertos. El mismo día, en otro periódico neoyorquino, su primera plana mostraba al presidente jugando al golf. Era la primera vez que Trump practicaba su deporte favorito desde marzo. Ese día lo compaginó con otro de sus irrefrenables vicios: retuiteó ocho publicaciones de uno de sus partidarios conocido por su racismo y sexismo. Fue su forma de celebrar el Memorial Day, la jornada que el país dedica a todos los que han hecho el máximo sacrificio por su patria. En un montaje a la altura del desdén del presidente por el dolor de los demás, la imagen de Trump golpeando la pelota se superponía a la gran lápida de nombres de la primera página del Times: todo un compendio de ética y estética para una era desabrida.
ANÁLISIS
Twitter, Trump y las varas de medir
Donald Trump, este martes en la Casa Blanca. /
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