DESESCALADA CULTURAL

No lo compliquemos más

Este mes de instrucciones que parecen órdenes nos ha servido a los libreros para acabar aprendiendo a leer aquel idioma tan aséptico que gastan tanto el 'BOE' como el 'DOGC'

Un joven con mascarilla hojea un libro en una papelería-librería de Barcelona. / EUROPA PRESS / DAVID ZORRAKINO

Hace ya tres semanas que las librerías y el resto de las tiendas trabajamos con las condiciones cambiantes de aquello a lo que llaman "la desescalada del confinamiento"; con sus fases y medias fases caracterizadas cada una de ellas por sus medidas más o menos absurdas, más o menos lógicas. La sensación desde este lado del mostrador es eufemísticamente desconcertante, literalmente incomodísima y presupuestariamente una ruina, y aunque el objetivo "no morirnos todos de golpe" es fácil de entender y muy plausible en los términos del bien común, algunos de los métodos que nos proponen para conseguirlo no dejan de tener un qué de lucha contra gigantes invisibles y a saber si invencibles directamente.