Hace unos días me compré una mascarilla, no para protegerme de la enfermedad, sino para protegerme del juicio de los demás. No la necesitaba: salgo poco de casa, no utilizo el transporte público y no frecuento lugares con mucha gente.
Al contrataque
La calle
Que el Estado decida qué me tengo que poner para salir a la calle, al aire libre, no a un local público, me hace sentir mucho más frágil
Dos turistas con mascarilla frente el templo de la Sagrada Família, a mediados de marzo, antes del confinamiento. /
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