Ya os hablé un día de mi amigo Alfonso. El hombre que vive en la calle, dentro de un cajero automático abandonado en el barrio de Gràcia. No vive nada mal. Su pisito está equipado con todo lo necesario. Muchos libros y el amor de sus perros Thor y Ulises. A Alfonso nunca le falta de nada, pero cuando empezó el confinamiento pensé mucho en él y no pude evitar pasarme un día a saludarle, aprovechando una visita al dentista. Estaba igual que siempre. Con sus mismas rutinas. Feliz. Le dije que le iba a comprar comida y su respuesta fue la de siempre: “Si no necesito nada, no pido nada. Pero gracias”.
Vivir en el margen
Mi amigo Alfonso confinado
Ya ha encontrado un nuevo hogar y da las gracias al mundo por ello. Siempre mirando el lado positivo de todo. Qué ser más maravilloso mi amigo Alfonso
Unas veinte personas escuchan el recuento de los educadores sociales, frente a las puerta del recurso habilitado para la operación frío, la noche del miércoles. /
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