Ya ha pasado otras veces en la historia: las etapas de globalización van seguidas de las de desglobalización. Ahora hemos entrado con mucha fuerza en la desglobalización. Ya se anunciaba con el triunfo de políticos que defendían el cierre comercial y consignas como "mi país, primero". Donald Trump es el ejemplo de ello, pero no es el único. La pandemia de coronavirus ha acelerado la desglobalización hasta su punto más extremo: el comercio internacional, los transportes internacionales, el turismo internacional, etcétera, se han detenido. Alguien podría replicar diciendo que todo se ha detenido: el confinamiento es eso. Pero en la recuperación que se vislumbra ya se ve que las respuestas serán más nacionales y menos internacionales. Muchas cosas que han pasado durante el confinamiento no se irán de un día para el otro. Pasará como con las guerras, que las situaciones extraordinarias que se viven marcan las ciudadanías y les hacen cambiar los miedos y las preferencias. Pasó en las dos grandes guerras mundiales, que cambiaron no solo las fronteras sino las sociedades y las economías.
Las nuevas oportunidades
Vientos de desglobalización
Las especializaciones que ayuden a superar las barreras de un mundo menos globalizado, como la capacidad de vender en los mercados internacionales, serán más preciadas
El puerto de Barcelona. /
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