Tan tediosa era la rutina del confinamiento que algunos necesitaban una sacudida. Adrenalina, para que la resignación no mutara a frustración. Pero el panorama era demasiado dramático, tenso, opresivo, difícil de alterar. El peso de la muerte, el dominio del miedo, el estado de confusión, la incertidumbre colectiva no permitían frivolidades. Demasiado riesgo. Hacía falta una excusa, un pretexto. Algo aparentemente sólido. Encontrar el motivo que diera alas a cambiar la tendencia. La política siempre es una buena válvula pero sus protagonistas parecían amortizados para conseguir empeño semejante. Bastante que habían abusado de su conducta habitual. Tosca, feroz, destructiva. El Congreso era un escenario quemado. Además, la actividad parlamentaria parecía haber entrado en el mismo estado de excepción que las excepcionales medidas aplicadas. El orden impuesto remachaba la ley que lo amparaba. Las sanciones policiales se multiplicaban. Los conservadores estaban perdiendo uno de sus baluartes. Se lo estaban usurpando los progresistas y radicales. Y en estas apareció Isabel Díaz Ayuso.
LA CONTRA
El cielo de Madrid
Cuando parecía que el PP había encontrado a su heroína en Isabel Díaz Ayuso, la suite del hotel donde pasa el confinamiento se convirtió en lugar del crimen
Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, durante un acto de homenaje a los ’héroes del coronavirus’ celebrado en la Puerta del Sol el 2 de mayo. /
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