Análisis

La buena y la mala noticia

El 'vicepresident' puede desgañitarse diciendo que no habrá recortes, pero no está en su mano evitarlos

El coordinador Nacional de ERC y vicepresidente del Govern  Pere Aragones junto a Marta Vilalta, secretaria general adjunta y portavoz del partido momentos antes de intervenir ante el consell nacional de ERC. / EFE / TONI ALBIR

Una buena y una mala noticia. ¿Cuál anotamos primero? La buena: Catalunya tiene, por fin, unos nuevos presupuestos, cosa que no sucedía desde el lejano 2017. La mala: su valor es el mismo que el de cualquier legajo de viejos periódicos amontonados a los pies de un contenedor azul. Es decir, ninguno.

Tampoco tienen ya ningún valor las estrategias que habían diseñado desde JxCat y ERC para cuando esto sucediese. Sin el covid-19 de por medio, ahora tocaría que JxCat acusase de traición a ERC por vender a precio de saldo sus convicciones independentistas y que éstos, a su vez, se reivindicasen como el único soberanismo inteligente y pragmático capaz de negociar una salida posible al embrollo. 

En el plan original de ERC ahora era el momento de convertir a Pere Aragonés en el nuevo gigante de la política catalana –¡el hombre que ha hecho posible los presupuestos!– y en dos zancadas hacerle llegar al punto exacto donde confluyen la ambición independentista con las exigencias del buen gobierno.  

El de JxCat contemplaba dos fases: una mini guerra civil previa hasta que Carles Puigdemont eligiera candidato y una campaña amenazando con la vuelta a un tripartito y al autonomismo si no se para los paraba los pies a los republicanos. 

Cambio de tablero

El coronavirus ha puesto en barbecho todas estas proyecciones. Le ha pasado a la política catalana igual que al ciudadano que pospone al día después de la jubilación el sueño de dar la vuelta al mundo en una furgoneta adaptada. En lugar de eso, cuando llega la fecha le da un infarto y se va de viaje, sí, pero a la eternidad. 

El covid-19 ha cambiado el tablero y las fichas de la política catalana. Si hasta ahora veíamos una peculiar partida de ajedrez entre republicanos y junteros, ahora lo que hay encima es el juego de la oca, en el que la pericia de los jugadores queda sustituida por la generosidad con la que son tratados por el azar. Resulta muy difícil dibujar estrategias en un entorno de tanta volatilidad como la que ha impuesto el coronavirus.

El covid-19 lo ha puesto todo patas arriba. Hay quien incluso considera que, para lo bueno y para lo malo, por primera vez desde el arranque de la legislatura existe un presidente de la Generalitat que ejerce como tal. 

Descenso al populismo

En entornos de su familia política se apunta con malicia que ahora incluso podría considerársele un activo político al que podría ofrecérsele cerrar las listas cuando llegue el momento, sin temor a que reste votos. Se mantiene invariable, eso sí, el peligroso descenso hacia posiciones netamente populistas de algunos miembros de JxCat, como ha acreditado la portavoz Meritxell Budó esta semana con sus declaraciones sobre los muertos que nos habríamos ahorrado en una Catalunya independiente. 

En entornos republicanos la estrategia de exigir en su día aglutinar bajo su influencia a todo el espectro de gestión del estado del bienestar –salud, educación y atención a las personas– le puede pasar factura como ha quedado acreditado con el bajo nivel demostrado por el ‘conseller’ de trabajo, asuntos sociales y familias, Chakir El Homrani, o la hasta cierto punto indolencia del titular de educación, Josep Bargalló. Más solvente ha sido la respuesta de los equipos de salud, en el que la ‘consellera’ Alba Vergés cuenta con más y mejor compañía en el sottogoverno.

Aragonés, por su parte, va a tener que lidiar con un progresivo incremento de las exigencias y necesidades de gasto social derivados de la crisis que ya tenemos aquí. Lo hará con los ingresos derrumbándose y sin que haya cambiado ni un ápice desde la crisis anterior el marco en el que obligatoriamente deben tomarse las decisiones en la consejería de Economía y Hacienda de la Generalitat. 

Lidiar con el malhumor

El vicepresidente puede desgañitarse diciendo que no habrá recortes, pero no está en su mano evitarlos. Depende, para lograrlo, de las decisiones que tome el Gobierno que, a su vez, estará supeditado a las que finalmente se concreten en el marco de la Unión Europea. 

Es más, incluso sin recortes formales, van a ser tantas las exigencias en los entornos sanitarios, educativos y de atención a los más débiles que no va a ser fácil para el vicepresidente lidiar con el previsible malhumor que, una vez superado el cénit de la crisis sanitaria, se instalará en  los colectivos que dependen de las áreas de gestión de ERC.

Entretanto, los estrategas de ambas formaciones guardan silencio y los powerpoints vuelven a estar en blanco. Será así hasta el final del confinamiento.