AL CONTRATAQUE
Nuestra gran decepción
Hay algo peor que no tener mascarillas y tests: faltarnos al respeto como se ha hecho aquí y en otros países europeos
Cartel colgado en la puerta de una farmacia de Madrid para informar de la falta de mascarillas, el pasado 14 de abril / periodico
No quisieron decirnos con claridad lo esencial: para frenar el virus, además de higiene y guardar distancias con las demás personas, teníamos que ponernos inmediatamente mascarillas, como en China. Tampoco quisieron decirnos que para combatir la pandemia se tenían que hacer inmediatamente los tests. Como no tenían ni lo uno ni lo otro, hablaban y hablaban sobre si eran convenientes o aconsejables, nunca que eran urgentes e imprescindibles, ya que no había existencias en las farmacias.
Estuvieron varias semanas dejando que, mientras nos infectábamos, discutiésemos apasionadamente entre nosotros: ¿eran necesarias/urgentes/imprescindibles las mascarillas para todos?, ¿tenían que someterse a los tests todos los sospechosos de infección y quienes los atendían? La verdad ya está clara pero solo desde que ha llegado ese material: hay que usarlo corriendo, sin demora. ¡Cuánta cobardía detrás de la verborrea!
No supieron ser eficientes
Habríamos entendido la explicación de que ningún país puede disponer siempre de todo lo necesario para una pandemia. Pero tampoco se atrevían a decir cuándo llegaría el material porque eso habría retratado su negligencia y lentitud al poner en marcha el abastecimiento. China tuvo los primeros casos en diciembre, la extensión era obvia en febrero, pero ni las comunidades autónomas -la sanidad pública es competencia de ellas- ni la Administración central como subsidiaria supieron ser eficientes.
No hablar claro ha tenido encima una consecuencia que no hay más remedio que calificar de homicida: perdiendo el tiempo aludiendo a lo "conveniente" en vez de a lo "imprescindible", no saltó debidamente la alarma por lo que suponía la crisis para los geriátricos. Ni los poderes públicos tomaron medidas con celeridad, ni los centros supieron qué hacer (más allá de no ser atendidos cuando solicitaban ayuda), ni los familiares pudieron rescatar el máximo número posible de internados.
Hay algo peor que no tener mascarillas y tests: faltarnos al respeto como se ha hecho aquí y también en otros países europeos. En nuestro caso, España además tiene muchas probabilidades de acabar siendo el país con más mortandad por millón de habitantes. No creo que sea por casualidad.
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