Análisis

Un test 'urbi et orbi'

Las voces del papa Francisco y del presidente alemán Steinmeier han coincidido en afirmar que la pandemia del covid-19 es una prueba para evaluar nuestra humanidad

El Papa, en la misa del Domingo de Resurrección. / EFE / ANDREAS SOLARO

El pasado fin de semana pascual, en medio del ruido político sobre el covid-19, he escuchado dos voces que han lanzado un mensaje de humanidad ‘urbi et orbi’ (a la ciudad y al mudo). El domingo, el papa Francisco aprovechó el mensaje que precede a su solemne bendición de Pascua para pedir que se contagie también, “de corazón a corazón”, la esperanza. El sábado, en un inusual discurso institucional, Frank-Walter Steinmeier definió la pandemia como “un test sobre nuestra humanidad”.

En efecto, como recordó el Papa, “las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido”. Sí, no es tiempo de indiferencia, “porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia”. No es tiempo de egoísmo, “porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas”. No es tiempo de división, porque urge dictar “un alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo”.

Tampoco es el tiempo del olvido. “Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas”, alertó Francisco. Y las enumeró: las poblaciones de África y Asia que atraviesan graves crisis humanitarias, los desplazados por guerras y sequías, los migrantes y refugiados. Y evocó crisis concretas: Libia, la frontera entre Grecia y Turquía, la isla de Lesbos, Siria, Yemen, Irak, Líbano, Palestina, Ucrania, Venezuela...

El Papa puso en el centro de su análisis a Europa: “La Unión Europea se encuentra frente a un desafío histórico, del que dependerá no solo su futuro, sino el del mundo entero”. La disyuntiva: la solidaridad, “incluso recurriendo a soluciones innovadoras”, o el egoísmo “de los intereses particulares y la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner en dura prueba la convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones”. ¿Se puede describir mejor la geopolítica de la crisis del coronavirus?

No, pero su puede complementar. Es justo lo que hizo el presidente alemán en su intervención televisiva. “Nosotros, los alemanes, no solo estamos llamados a dar prueba de solidaridad en Europa, sino que estamos obligados a hacerlo”, enfatizó, en alusión al 75º aniversario del final de Segunda Guerra Mundial.

Steinmeier, al contrario que Emmanuel Macron -“nous sommes en guerre”- y Pedro Sánchez, no utilizó un lenguaje bélico: “No, esta pandemia no es una guerra. Las naciones no se enfrentan a otras naciones, los soldados a otros soldados... Es un test sobre nuestra humanidad”. El presidente alemán dio la clave de esta crisis: “Hace salir lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Mostremos a los otros lo mejor que tenemos”.

Sí, la pandemia, como ha escrito Raimon Obiols, es como un espejo que nos enseña lo mejor y lo peor; también de los políticos de distinto signo: del “Sánchez nos mata” a “Espanya ens mata”. Suscribo su conclusión. “Si, aquí y en todas partes, se impusiera lo peor, sólo nos quedaría repetir el comentario de Clemenceau: ‘Quelle décadence!’”.

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