Resulta inquietante la tranquilidad con la que decimos que el coronavirus mata sobre todo a gente mayor o a gente con dolencias previas. No es del todo cierto, pero lo decimos como si de un bálsamo se tratase. Solo mata a gente que ya no estaba bien, afirmamos. Como la gripe, que también va a por ellos.
Es como si le otorgásemos al coronavirus alguna razonabilidad o cierto sentido malthusiano selectivo. El virus del sida era un castigo de Dios a los gays, según los hijos de puta. Ahora el nuevo virus va a por los mayores y no les hace caso ni Dios. Los que no son ancianos y no tienen dolencias le imploran al virus que pase de largo. Casi le invitan a que visite la puerta de enfrente donde hay ancianos y cancerosos. Delación microbiana.
Los de mediana edad están quietos y con el culo pegado a la pared, vaya a ser que se acaben los viejos y el virus quiera más carnaza.
La mortandad está siendo de órdago y hay una frase que salta por los aires y es aquella que dice que la inteligencia es la capacidad de aclimatación. Imposible normalizar tanta degollina. Si la inteligencia es mínimamente instintiva, sabe que todas y cada una de las muertes son en parte la nuestra. Ese silencio opresivo con el que se desentuba al fallecido súbitamente yerto es el mutismo del destrozo y la tristeza. Cientos cada día y cada día son otros. Y a veces el virus arrastra alevosamente a médicos y sanitarios.
Sinónimos de anciano: vetusto, viejo, senil, caduco, decrépito, vejestorio, carroza, carcamal, abuelo, nonagenario, octogenario, ochentón, provecto, chocho, matusalén. (sic)
Las palabras no matan, pero joden. Los viejos que mueren hoy eran jóvenes hace muy poco tiempo. Es más, muchos son jóvenes por dentro y hace muy poco vivían en plenitud. William Faulkner escribió en 'La mansión': “Solo los estúpidos de menos de 25 años son capaces de creer, y no digamos nada esperar, que quede tiempo”.
Políticos jóvenes de aquí y de allí, ¿de verdad que esta mortandad es inevitable?, ¿De debò? ¿Cuántos han caído mientras escribo esto?