Señalando culpables

La desleal oposición

Es lamentable comprobar lo rápido que Casado ha dado por liquidada la tregua que concedió a Sánchez ante una emergencia que no previó ningún gobierno

garner / ANTHONY GARNER

Para los europeos del siglo XXI, la pandemia del Covid-19 se ha convertido en una hecatombe inimaginable. Si nos hubieran dicho hace un mes que íbamos a acabar confinados durante semanas para encontrarnos a la salida con un mundo muy diferente no hubiéramos dado crédito. Todos los gobiernos occidentales han sido reacios a actuar de forma preventiva ante algo que solo podía asociarse a las pestes que nadie ha vivido. También a la ciudadanía en general nos costó aceptar que el coronavirus poco tenía que ver con una gripe corriente por su alta tasa de contagio y mayor letalidad. Ante una tragedia que va a dejarnos miles de muertos, mucha angustia y una fuerte recesión económica es tentador buscar culpables cuando la realidad es que esta pandemia es lo más parecido a una “maldición bíblica” frente a la cual nadie estaba preparado.

Al Ejecutivo de Pedro Sánchez se le pueden hacer algunos reproches. Debió haber impedido por prudencia la celebración de eventos masivos de todo tipo el fin de semana del 7 y 8 de marzo. Aunque entonces solo habían fallecido en España 17 personas, el Centro Europeo para el Control de Enfermedades ya desaconsejaba la celebración de actos multitudinarios. Pero tampoco ningún partido se lo exigió y todas las fuerzas políticas participaron en actos masivos esos días. Por su parte, el Govern de Quim Torra, que tanto ha insistido en un confinamiento total, podía haber desaconsejado la manifestación feminista en Barcelona, por ejemplo, pero ni se le pasó por la cabeza. Una semana antes, miles de simpatizantes de Carles Puigdemont se reunieron en Perpinyà, lo que quizá ayuda a explicar que esta ciudad se haya convertido en el epicentro del brote en el sur de Francia. El 1 de marzo, el Gobierno de Emmanuel Macron prohibió las concentraciones de más de 5.000 personas, pero no restringió el derecho de manifestación y los actos del 8-M se celebraron también con toda normalidad. En esa fecha, ambos países tenían cifras de contagiados y fallecidos muy parecidos.

Por tanto, a Sánchez se le puede hacer ese reproche, como a tantos otros gobernantes europeos, pero es injusto elevarlo a una acusación de culpabilidad como hace el PP de Pablo Casado porque es caer en el ventajismo. Sinceramente, si Mariano Rajoy estuviera en el poder cuesta mucho imaginar que hubiera actuado de forma más diligente. En realidad, todo cambió el 10 de marzo cuando Italia, que contaba ya con 463 fallecidos, extendió el confinamiento de la Lombardía a todo el país. En España medidas más restrictivas se empezaron a aplicar el día 15 cuando no habíamos superado los 200 muertos. Aun así pudieron haberse ganado unos días porque hasta la tarde del viernes 13 Sánchez no anunció en diferido que se iba a declarar el estado de alarma. Lo cierto es que al Gobierno le costó ponerse al frente de la crisis mientras autonomías y ayuntamientos empezaban a adoptar medidas de urgencia y cundía el pánico entre la población.

Pero una vez el Gobierno tomó el mando de la situación no se puede negar que está entregado a movilizar todos los recursos disponibles del Estado en un ejercicio sin precedentes. La crítica a su gestión es legítima pero es imprescindible mucha cautela y sobre todo no caer en el cortoplacismo porque la evaluación solo podrá hacerse al final. Es lamentable comprobar lo rápido que Casado ha dado por liquidada la tregua que concedió a Sánchez ante la "emergencia nacional" del coronavirus y el interés que pone en enfatizar los errores o vacilaciones del Ejecutivo. Un ejemplo es la crítica feroz a la compra de test que han resultado defectuosos aunque contaban con un certificado de calidad de la UE, o la insistencia en culpabilizarle de los problemas en el abastecimiento de material sanitario que sufren los hospitales, el personal médico o las fuerzas de seguridad. El alcance planetario de la pandemia ha colapsado el mercado y ahora se sufre la imprevisión de los responsables sanitarios. Señalar solo al Gobierno español olvida que antes del estado de alarma la responsabilidad recaía en las autonomías.

A diferencia de Cs, que finalmente ha encontrado un tono mesurado, el PP quiere sacar partido de las dramáticas circunstancias a la que se enfrenta un Gobierno desbordado. Casado, a diferencia de otros dirigentes regionales de su partido como Núñez Feijóo, sigue compitiendo con Vox en el liderazgo de la línea dura. La lealtad de la oposición en un momento tan catastrófico no se demuestra solo votando a favor de la prórroga del estado de alarma sino con una actitud constructiva en el día a día. Tiempo habrá para evaluar responsabilidades.