Que todo es aprovechable para la política cicatera, ya lo sabíamos. El coronavirus ha confirmado que algunos dirigentes carecen de sentido de la oportunidad, de la responsabilidad, de la medida… No era tan difícil. Bastaba con vestir cada actuación de utilidad y evitar el protagonismo gratuito. Si elevamos la mirada a la estructura del Estado, tampoco Felipe VI ha estado a la altura de las circunstancias.
Apenas tres días después de anunciar que renunciaba a la herencia de su padre y que retiraba a Juan Carlos I su asignación, Felipe VI compareció ante los españoles con un discurso centrado en la crisis sanitaria, una alocución tan previsible como vacía. Mientras las investigaciones judiciales cercan la actuación del Rey emérito, el actual monarca se enredó con unas palabras hueras. Sin duda, no tiene los mejores asesores de comunicación. Tampoco su visita al hospital de campaña instalado en Ifema (Madrid) fue muy afortunada. No parece que, en plena emergencia, sea el momento de visitas reales. La monarquía está cuestionada. Sobran razones. Y está perdiendo oportunidades de enmienda, también emocionales.