Tribuna

Es indispensable decretar un confinamiento total

Lo único que pido es que me escuchen: no tomar medidas drásticas se va a traducir en una situación dantesca, y observar este hecho a través de cualquier bandera no solo sobra, sino que hace daño

Dos trabajadores del Hospital Clínic de Barcelona, a las puertas del centro, el 19 de marzo del 2020 / periodico

Oriol Mitjà

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Me llamo Oriol Mitjà. Soy médico infectólogo y, desde el inicio de mi carrera, he dedicado mis esfuerzos a lograr la equidad en salud mediante la investigación de enfermedades relacionadas con la pobreza. Siempre he trabajado para defender el derecho a la salud de todas las personas y a en particular de personas vulnerables en países pobres. He vivido los últimos 10 años en Papúa Nueva Guinea donde he trabajado intensamente para eliminar el pian, una Enfermedad Tropical Desatendida que afecta a niños de zonas remotas en países de África y Oceania. Mi equipo y yo hemos obtenido resultados notables en este campo, hecho del que me siento muy orgulloso porque demuestra mi compromiso profesional, mi constancia y mi búsqueda incesante de la excelencia. Actualmente soy el jefe de un equipo de investigación y asesoro a la OMS en materia de enfermedades tropicales.

Escribo este artículo para responder a las críticas que estoy recibiendo a partir de mi exposición mediática las últimas semanas en relación con la crisis del coronavirus SARS-CoV-2. Me preocupa que se use la descalificación personal para desacreditar el contenido de mis argumentos científicos.

Desde que apareció el SARS-CoV-2 en Wuhan (China) me fijé en la naturaleza del virus y su dinámica de transmisión. Mi campo de investigación es el desarrollo de estrategias para el control de enfermedades infecciosas. Para hacer mi trabajo cuento con la colaboración de matemáticos con la capacidad de generar modelos que predicen o simulan la posible progresión de las epidemias. Los modelos matemáticos hace semanas que alertan de un escenario terrible que requiere de medidas muy drásticas. Esto es lo que estoy intentando comunicar por tierra, mar y aire, porque creo firmemente que es mi responsabilidad social como experto. Les pido que, al evaluar la validez mi discurso, tomen en cuenta lo que expongo a continuación.

En primer lugar, se me acusa de haber lanzado mensajes contradictorios en relación con el coronavirus. El 11 de febrero yo dije en RAC-1 que la infección era leve. Si bien es cierto que en aquel momento la letalidad del virus era del 0.2% fuera de China, este es un mensaje descontextualizado. Entonces era de los pocos investigadores, si no el único, que defendía que no se celebrara el MWC. Abogaba por la cancelación del evento a fin de evitar la llegada del virus a nuestro país. Había riesgo de importación, sabíamos que el virus era muy transmisible y no teníamos clara su agresividad.

Posteriormente escribí artículos de análisis en 'El País' del 13 de febrero, y en SINC del 24 de Febrero acerca de la necesidad de plantearse la gravedad de la infección viral y las medidas necesarias ante una posible epidemia en España. En mi tribuna de 'El País' del 29 de febrero ya pedía que se intensificaran las pruebas de detección y que se valorara el distanciamiento social.

Me critican porque tengo una opinión disidente a la de la mayoría (o al menos a la del Centro de Coordinación de Emergencias y Alertas Sanitarias). Un sano proceso en la toma de decisión alienta y acepta las discrepancias, maximizando la oportunidad de acomodar las opiniones minoritarias para mejorar la decisión resultante. La opinión independiente de los científicos y académicos es especialmente valiosa porque no está contaminada por intereses políticos o económicos. La unidad en estrategia nos hace fuertes, pero la unidad en opinión nos hace inútiles.

Las críticas

Ningún científico critica a gestores y/o políticos sin haber intentado incontables veces compartir con ellos su información y opinión.  Así que recurro a la única vía de divulgación con la que cuento, que son los medios de comunicación y las redes sociales. Este aspecto está estrechamente ligado a otra crítica que se me hace: la de soberbio por proponer la dimisión del comité de emergencia español. La gestión de una crisis sanitaria es muy delicada y hubiera preferido hacer una evaluación cuando todo hubiera pasado. Pero me aterra que este órgano siga sin tomar las decisiones adecuadas. Así que, sin dudarlo, mantengo que tenemos que poner a otra persona al timón de este barco, y debemos hacerlo ya.

Entiendan que hace ya semanas que es factible anticipar el escenario en el que nos encontramos, y que si la comunicación hubiera sido adecuada, la crisis actual se podría haber evitado en gran medida con el uso precoz de medidas de control, o en el peor de los casos se podría haber mitigado si nuestros gestores sanitarios hubieran tenido la información para prepararse y planificar la gestión de los recursos con tiempo suficiente. Tal vez frenar la entrada del virus era imposible, porque implicaba confinar a un país sin casos, pero se podrían haber comprado equipos y diseñado protocolos que no pusieran a nuestros sanitarios en primera línea de una batalla que ahora mismo libran a destajo y sin armas adecuadas.

Creo también que los expertos designados para gestionar este momento, tal vez con la mejor de las intenciones (no alarmar a la población), han contribuido a avivar el fuego que querían evitar. Opino que un confinamiento sin previo aviso es mucho más difícil de asimilar que uno programado con un cierto margen. No solo no nos hemos preparado bien a nivel sanitario, tampoco lo hemos hecho a nivel social. En el contexto en el que nos encontramos, la lealtad ciega va a traducirse en más muertes, así que bienvenida sea la discrepancia.

Política y opinión

Abordo finalmente la crítica que me resulta más agotadora: la de estar al servicio de un determinado relato político. Soy catalán. Investigo en un hospital público adscrito al Institut Català de Salut. Fin del asunto. Lógicamente, además de médico soy persona y tengo ideas propias, pero afirmar que estas han orientado en modo alguno mi actuación durante las últimas semanas me sugiere que, como en tantas cuestiones, el pecado está en el ojo que mira. Nunca he estado adherido a ningún partido político ni he firmado ningún manifiesto en su favor, aunque se haya usado mi nombre sin mi conocimiento ni autorización. Cualquier dirigente político que utilice mis propuestas frente al coronavirus para hacer cualquier otra cosa que tomar decisiones en materia de salud pública carece por completo de mi atención y mi interés. Cualquier periodista, o comunicador, que esgrima un uso político a mis palabras para desvirtuar mi mensaje contribuye a una equivocación dolosa. No tomar medidas drásticas se va a traducir en una situación dantesca, y observar este hecho a través de cualquier bandera no solo sobra, sino que hace daño.

Al exponerme públicamente soy consciente de que mis palabras pueden ser criticadas, malinterpretadas o utilizadas para fines que me son ajenos, pero lo asumo como un mal necesario dada mi voluntad de lanzar un mensaje que me parece fundamental. Francamente, llegados a este punto no me importa parecerles soberbio, lo único que pido es que me escuchen: ES INDISPENSABLE DECRETAR UN CONFINAMIENTO TOTAL para frenar la propagación del coronavirus, y necesitamos hacerlo ya. Las simulaciones matemáticas advierten que con las medidas de confinamiento parcial actuales el sistema sanitario se saturará alrededor del 26 de marzo. La saturación de nuestro sistema de salud la defino aquí como la incapacidad de ingreso en UCI de alguien que lo requiere. Si llegamos a este punto habrá que escoger qué paciente ingresa en UCI y qué paciente no ingresa. Esto solo se podría evitar si iniciamos la restricción total de la movilidad y el confinamiento total de los ciudadanos y residentes (con excepción de los servicios básicos esenciales).

Hasta ahora hemos corrido detrás del virus y nos queda poco tiempo para revertir esta dinámica. Espero que este artículo me ayude a transmitir esta idea con contundencia y, sobre todo, que ponga fin a las suspicacias generadas alrededor de mis palabras. No soy político, ni soy periodista: soy investigador. Creo que es hora de que la sociedad, en su conjunto, escuche a la ciencia, puesto que es mucho lo que hay en juego.

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*Médico Investigador en enfermedades infecciosas y Salud Global, Hospital Universitari Germans Trias i Pujol

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