Editorial

Ante el parón de la economía

Hay que buscar mecanismos extraordinarios para momentos extraordinarios para salvar a empresas, trabajadores y autónomos

Igualada, desierta, este viernes. / MARC VILA

La economía española se acerca paulatinamente al paro técnico. Una situación inédita. El progresivo confinamiento, más o menos riguroso, de la población para modular la progresión de la pandemia del coronavirus reduce a cero el consumo, priva a las empresas de las materias primas para fabricar y acaba por dejar sin sentido a la mayoría de servicios. Eso nos conduce indefectiblemente a un paro total de la actividad, a una recesión inmediata, mucho más acelerada que las que hemos vivido en las últimas décadas y aún no sabemos cuál será su intensidad y profundidad. Ante esta situación, y la previsible crisis de liquidez que implicará –que ponen en riesgo la mayoría de los pagos–, la Unión Europea y el Gobierno deben actuar con la mayor contundencia y agilidad para salvar todas las empresas que puedan. Una serie de quiebras en cadena tendría unos efectos devastadores para el empleo y para la financiación de la propia administración. Esa contundencia en la respuesta debe evitar, igualmente, que algunos aprovechen la coyuntura para promover despidos o regulaciones de empleo que nada tienen que ver con el actual parón de la economía.

Es el momento también de una palabra que a menudo frivolizamos como es la solidaridad. Hay que identificar los eslabones más vulnerables del tejido productivo: los autónomos, las pequeñas y medianas empresas, la economía social, los sectores que simplemente no podrán seguir su actividad porque les resultará imposible, las empresas que proporcionan servicios esenciales... Hay que saber priorizar y hay que ver el efecto multiplicador de determinadas ayudas en empresas clave para la economía.

Nada va a detener la hecatombe económica que se nos avecina. Ya no será un bajada de las bolsas o una reducción de la inversión. En las próximas semanas, la actividad económica se va a detener. Y no se puede llevar por delante al resto de la sociedad. Hay que buscar mecanismos extraordinarios para momentos extraordinarios y hacer lo que parece imposible como, por ejemplo, sustituir la competencia por la cooperación, entre administraciones, entre capital y trabajo, entre empresas del mismo sector. El reto es imponente.