Dos miradas

Patria y necrología

Escribir necrológicas es todo un arte. A veces, es también una manera de ganarse la vida, como hacía el Pereira de Tabucchi

Una calle de un cementerio de Barcelona en una imagen de archivo. / JOAN CORTADELLAS

Escribir necrológicas es todo un arte. A veces, es también una manera de ganarse la vida, como hacía el Pereira de Tabucchi. O una afición. Tengo una amiga que está pendiente de los decesos de su entorno y que, después, elabora desde casa unas piezas ditirámbicas sobre el difunto que publica con una constancia ejemplar.

Hace una semana, en 'Le Monde' había un reportaje muy interesante sobre la evolución de las necrológicas oficiales en el reinado de Macron. "Han experimentado un giro singular”, decían, porque, a diferencia de Sarkozy, el actual presidente de la República supervisa directamente las notas de prensa de los muertos que la patria considera más relevantes con el afán de construir un relato poético que vaya más allá de la aburrida recensión enciclopédica. Macron y su equipo de necrólogos o necrologistas abogan por "la necesidad de relatos colectivos que refuercen la heroicidad". Se muere un peluquero famoso por la deconstrucción capilar y escriben: "Peluquero de damas y almas ('dames' y 'âmes')”. Se muere un artista de cabaret que siempre iba con americanas azul celeste y escriben: "El cielo de Montmartre será a partir de ahora menos azul". Poetas (y patriotas) del Elíseo.