Paraje en peligro

Salvar el Delta, cuestión de sedimentos y sentimientos

Para evitar que este maravilloso, singular y quebradizo ecosistema prosiga su hoy por hoy inexorable camino hacia la desaparición, serán necesarias enormes dosis de solidaridad efectiva y tenaz

Ilustración de Monra / MONRA

Como consecuencia de los destrozos del pasado temporal Gloria, ha aumentado la sensibilidad pública hacia el espacio natural más singular y más frágil de Catalunya, el Delta de l’Ebre. Pronto hará 20 años de la creación de la Plataforma en defensa de l’Ebre, que a través de movilizaciones constantes de gran envergadura logró su propósito de detener el trasvase proyectado por el PP y que contó con el apoyo imprevisto de CiU en el Congreso, a través de un oscuro giro de último minuto ordenado por Jordi Pujol y todavía no explicado. A pesar de aquella vergonzosa votación a la contra de los intereses de país que tanto amaban los convergentes, la solidaridad de los catalanes con los luchadores de ‘lo riu’ fue clave para detener el proyecto. Es más, logró que los habitantes de las Terres de l’Ebre modificaran sus sentimientos de abandono, ya que por primera vez notaron el calor y el apoyo de sus conciudadanos de más al norte.

El río se salvó, el Delta, no. El Delta continuó hundiéndose a un ritmo superior al de los años anteriores. Agotada la capacidad de lucha de la Plataforma por la escasa empatía de la capital de aquellas tierras, Tortosa se dedicó al encogimiento del propio ombligo en vez de hacerse cargo de los problemas de la demarcación. Como ni Tarragona ni Barcelona tampoco hacen suyas las luchas para resolverlos (las soluciones reales y efectivas aún están por ver), el drama del Delta se ha visto tan enterrado como sumergido quedará en muy buena parte el propio Delta si no se genera una campaña similar de movilización.

Según los datos, en el Delta de l’Ebre viven 50.000 personas. Falso. Más de la mitad de estos supuestos habitantes residen en tierra firme, junto a las tierras bajas pero sobre territorio más elevado y, por tanto, exento del peligro inminente. Amposta, Camarles, L'Aldea, L’Ampolla o La Ràpita no se hunden; el Delta, sí. Muy poco sabiamente, los ampostinos tienden a esparcirse por el monte bajo que se extiende hacia atrás y al lado, en vez de mirar hacia la ribera que tienen delante. La masa humana afectada de manera más o menos directa por el hundimiento del Delta es escasa, y esta es una fragilidad añadida. Sin despertar la conciencia de todos los catalanes, sin situarlo en el lugar de honor que le corresponde pero se le niega en el mapa mental y emocional del país, el Delta se continuará hundiendo, la población deberá huir y este maravilloso, singular y quebradizo ecosistema proseguirá el hoy por hoy inexorable camino hacia la desaparición. Para evitarlo, serán necesarias enormes dosis de solidaridad efectiva y tenaz.

Compuertas abiertas

Según todos los técnicos, en plena coincidencia con los que sufren de primera mano el descenso de la tierra, el Delta se puede salvar. La solución existe y está bastante bien definida. No se trata de agua -recordemos que por el momento el río está salvado- sino de sedimentos. En la cuenca del Ebro se han construido unos 180 embalses, desde las cabeceras de los afluentes hasta el tramo final del río. El más grande, Mequinensa, de 110 kilómetros de longitud, es también llamado mar de Aragón. Pues bien, la solución son los sedimentos que reposan en el fondo de estos pantanos. Antes de que entre todos detuvieran las crecidas del río, los sedimentos llegaban al Delta y una buena parte se esparcían por todos los arrozales, por lo que el nivel iba subiendo año tras año, muy poco cada temporada, pero siempre. Desde hace medio siglo, la tendencia es la inversa. Los sedimentos caen al fondo de los pantanos y los van llenando mientras el Delta se va acercando al nivel medio del mar. Según todos los cálculos, se deberá abandonar mucho antes de lo que tardarán los responsables de la cuenca hidrográfica en decidir que dejar pasar los sedimentos es necesario para la salud del negocio hidroeléctrico. Total, las bombas que extraen el agua del Delta cuando está por debajo del nivel del mar, también aumentan la cuenta de resultados de las eléctricas.

No por proteger el Delta sino para evitar que se llenaran antes de tiempo, los embalses disponen desde su construcción, además de las compuertas superiores que todo el mundo conoce, otras compuertas de fondo. ¿Cuántas veces se diría que se han abierto en medio siglo para dejar pasar los sedimentos? La respuesta es nunca. Jamás. Quizá están atascadas, pero hay otros sistemas de hacer bajar los sedimentos. El Delta se puede salvar, no es muy caro ni muy difícil. Se puede salvar aunque el mar siga subiendo por el cambio climático. Es cuestión de sedimentos, que no bajarán hacia el Delta si no los empujan los sentimientos que se encuentran en la base de todo cambio político.