Reducir las tasas, aumentar las becas, rejuvenecer la España vaciada con el impulso universitario y acabar con los “sueldos de miseria” de los falsos profesores asociados, estos son los principales propósitos de Manuel Castells, ministro de Universidades. El simple hecho de haber desnudado las vergüenzas ya es un motivo de esperanza.
La crisis acabó de dar la puntilla a una universidad renqueante. A pesar de todo, su nivel no anda por los suelos. No, no es un milagro, es el esfuerzo titánico de muchos de sus profesionales que, pudiendo ganar el doble trabajando de camareros, siguen comprometidos con la docencia y la investigación. Si la figura de profesor asociado se creó para que los profesionales pudieran colaborar en la docencia con retribuciones simbólicas, la crisis llenó las aulas de falsos asociados que trabajan todo el día en la universidad cobrando entre 300 y 600 euros al mes. Estamos hablando de miseria, de pobreza. Y de algo peor. Una sociedad que da este valor al conocimiento, vale poco. Muy poco.