Dos miradas

El mediador de Oz

Quim Torra, en una reunión del Consell Executiu. / RICARD CUGAT

Por favor, por favor, que parezca que somos un Estado. Sí, la república abortada en segundos, esa que proclamamos con tristeza y varas de alcalde, esa que declaramos pomposamente, pero sin naturaleza jurídica. La bromita que tan y tan cara nos ha salido. No solo a los presos, a la sociedad entera. Quebrada, amargada, paralizada, poblada de prejuicios y con propagadores del odio (de uno y otro odio, el mismo al cabo) en cada esquina.

Por favor, échame un mediador. Internacional, por supuesto. Que nuestra república no reconocida por nadie, ni siquiera por nosotros, parezca de verdad. Están en juego los votos. ¿Cómo mantenerlos si baja la moral de la tropa? Esa que se crece al sentirse grande, mejor, única propietaria de Catalunya. Sí, sigamos caminando por el camino de baldosas. Amarillas, por supuesto. Esa ruta que nos lleva hasta un mago que es un farsante de un país que es un sueño. Un mediador para seguir alimentando la quimera. En realidad, ¿nos importa algo la negociación? ¿Nos importa rebajar la tensión y trabajar por el bien de todos? De hecho, ¿para qué trabajar cuando vivir del mito nos otorga el poder?