En un país relativamente normal, si no hay aprobación de los Presupuestos se genera una crisis de gobierno y se convocan elecciones. Aquí, no. Se convocan elecciones con los presupuestos pactados y con la perspectiva de la aprobación. La crisis vendrá después. Es el mundo al revés. Torra dice que "es la hora de la responsabilidad", como si esa hora llegara de repente y no tuviera que ser el tiempo continuo de toda la actividad política. ¿Qué es la responsabilidad? ¿Aprobar unos Presupuestos absolutamente imprescindibles? Por supuesto. ¿Llegar a la aprobación con un Govern fragmentado, enfrentado hasta el tuétano?
La situación es esperpéntica, porque el instrumento más decisivo de una legislatura, y que exige unidad de pensamiento y de acción, es fruto de un acuerdo que, de hecho, ha dejado de existir hace tiempo. Mientras tanto, seguiremos avanzando en tierra de nadie, con ejércitos que chocan en las noches y de día, y con la perspectiva, nada despreciable, del regreso de Artur Mas. Quizá entonces, con el tempo de la política a su favor, será el momento de cerrar el círculo que comenzó en aquella famosa papelera de la historia donde decían que había ido a parar.