Dos miradas

Peter Pan en Catalunya

Mientras el nacionalismo del 'seny' vira hacia la temeridad, la CUP responde a tanto arrobo... yendo a la suya

La cabeza de lista de la CUP, Mireia Vehí, y el número dos, Albert Botran. / EFE / ALBERTO ESTEVEZ

Como las personas, los movimientos sociales arrastran sus complejos. También el nacionalismo catalán. En un íntimo debate entre el ‘seny’ y la ‘rauxa’, tradicionalmente ha estado marcado por el primero, pero siempre ha sentido admiración por la segunda. En el pasado, la Catalunya convergente miraba con arrobo al nacionalismo vasco, tan aguerrido, tan esencialista. Este siempre le respondió… yendo a la suya. En estos últimos años, la CUP ha tenido algo de cáliz de las esencias. ¿Recuerdan aquel emocionado abrazo entre Artur Mas y David Fernàndez el 9-N? Mas también debió de recordarlo cuando la CUP lo arrojó a la papelera de la historia.

Mientras el nacionalismo del ‘seny’ vira hacia la temeridad, burlándose de las leyes y clamando libertad para unos acusados de terrorismo, la CUP responde a tanto arrobo... yendo a la suya. La última es rechazar la oferta de JxCat para formar grupo propio en el Congreso. La pureza aspiracional de la CUP también ha sido determinante en el devenir del ‘procés’. Ellos son los hijos aguerridos, el reflejo de la brava juventud perdida. El independentismo tiene complejo de Peter Pan.