Dos miradas

PPdG (y después)

Que no celebren estos premios en Girona o que, en Barcelona, se fortifiquen en una torre de marfil es justo lo contrario de lo que pretendían hace diez años

La princesa Leonor (tercera por la izquierda) junto a su padre el rey Felipe VI, su madre y su hermana, la infanta Sofía, en la entrega de los Premios Princesa de Girona 2019, en Barcelona, este lunes. / ELISENDA PONS

Después de que en Girona se quemaran retratos de los monarcas, en el 2007 -un acto que el TEDH consideró como libertad de expresión-, la operación de desagravio tenía que planificarse al milímetro, con la colaboración entusiasta de empresas de renombre, instituciones y particulares, un conglomerado heterogéneo que o bien creían en los premios Príncipe de Girona (PPdG) por el impacto mediático que representaban o bien se apuntaban al carro a mayor gloria de la monarquía. No se trataba de organizar ceremonias suntuosas y un poco antiguas, sino dinámicas e informales al estilo de los 'talks' americanos, las "ideas que vale la pena difundir".

Desde entonces, algo ha ido mal. Y algo deberían replantearse los organizadores, los poderes fácticos y la propia institución ante el rechazo ostensiblerechazo  (a veces incívico, es cierto) que reciben. Quizá la implicación del Rey con la represión, aquel infausto 3-O, tal vez el descrédito global de la monarquía, tal vez la casi nula integración en el tejido social y lingüístico catalán. Que no celebren estos premios en Girona o que, en Barcelona, se fortifiquen en una torre de marfil es justo lo contrario de lo que pretendían hace diez años.