Veremos si finalmente ocurre este jueves, la combinación entre el esperpento y la dignidad. Se exhuma un cadáver, una momia, pero quedarán todavía muchos huesos esparcidos en el mausoleo de la ignominia, restos de seres humanos que no pidieron ser sepultados (amontonados, de hecho, apilados sin piedad) en el monumento funerario al fascismo. Aún pueden pasar muchas cosas, meteoros reales y simbólicos. La exhumación de Franco comenzó hace unos días con la llegada al Valle de los Caídos de "maquinaria pesada para proceder a la profanación". Es lo que anunciaron los monjes benedictinos, desde su "lugar de paz y reconciliación". Estas máquinas diabólicas provienen de una empresa americana que existe desde 1886 y que incluso participó en la misión Apolo 11. Se llama Caterpillar y se distingue por su característico amarillo Caterpillar y por su logo: CAT. Para terminar de escribir el guión de Berlanga, la funeraria se llama Hermanos Verdugo y el prior del convento, Cantera.
Franco sigue llamándose Franco, y aún nos quedan las escenas de la bendición, el desfile por la explanada y el entierro, retransmitidas todas en directo. Dignidad de la memoria, sí. ¿Esperpento? Un poquito también.