análisis

España también flojea en su selección de fútbol

Muchas veces política y deporte van juntas, como las fortunas y la corrupción, como el poder y los excesos

King supera a Albiol durante el encuentro Noruega-España de clasificación para la Eurocopa.

Creo que muchas veces política y deporte van juntas, como las fortunas y la corrupción, como el poder y los excesos. Pero no deduzcan de ello que mi opinión de que la actual selección española de fútbol es pésima y no va hacia ninguna parte se deba a algún resentimiento ideológico: si esta semana vieron el Suecia-España deben pensar lo mismo, sean constitucionalistas o separatistas.

Por lo que vimos, el seleccionador Robert Moreno debe pensar que con repartir once camisetas a once buenos jugadores ya tiene un equipo, y eso no es verdad. Equivaldría a sostener que porqué diversos territorios sean contiguos y les bañen los mismos ríos ya se tiene un Estado cojonudo. En fútbol, y también en la política, se precisa que haya un plan coherente de actuación (y varias posibilidades alternativas por si la primera idea no funciona), un estilo de juego (si es de juego limpio, mejor), y una complementariedad sustancial en las características físicas, técnicas, mentales y posicionales de los que se desea ensamblar.

La goleada a Malta y la isla de Perejil

Si no coexisten todas esas cosas nunca hay un conjunto eficiente y durable. Se pueden ganar pulsos ante adversarios manifiestamente inferiores (si me piden un ejemplo de fútbol les recordaré la histórica goleada a Malta, si me piden otro de tipo político hablaré de la gloriosa defensa hispana del islote de Perejil), o puede sonar la flauta por casualidad, como ocurrió en el gol del empate en Suecia cuando España actuaba más desordenada e impotente que nunca.

Al equipo nacional le falta un buen seleccionador experimentado, que posea autoridad moral y tenga la valentía necesaria para apostar fuerte por sus conocimientos. Todos sabemos que Robert Moreno llegó al cargo por casualidad –en la analogía con la política podríamos citar a Carles Puigdemont Quim Torra— sin haberse forjado antes en tareas complejas y sin que fuera conocido más allá de su casa por su inteligencia y capacidad, lo que equivale a decir que no llegó rodeado de una confianza generalizada.

Posiblemente es un buen tipo, debe saber bastante de lo suyo pero no lo suficiente ni para convencer a los que le tienen que seguirá ciegas ni a los demás espectadores de la jugada. Los otros dos nombres que he citado van asimismo por ahí, al igual que el protagonista del experimento con gaseosa que hizo en la pretemporada un equipo de fútbol llamado, ay, Espanyol  (las coincidencias son fortuitas). David Gallego era un excelente técnico para el nivel B pero quienes le llevaron prematura y precipitadamente al A pecaron de aventureros. Me dirán, claro, que esta regla tiene excepciones y pondrán el ejemplo, ay, otra vez las coincidencias fatales, de Pep Guardiola, que pasó del B al A triunfando como un loco. Sí, pero no olviden que precisamente de loco le tachan quienes ahora dicen que respetan la libertad de expresión (pero debe ser únicamente en según qué otros casos).

El lastre de Sergio Ramos

Vuelvo a la selección: Fabián, Ceballos, Carvajal o Rodrigo tal vez serían buenas piezas si tuviesen un mejor seleccionador, y si además les inculcase una mística de grandes deportistas campeones. Pero Robert Moreno no lo está consiguiendo, en este tiempo en que el Barça está tan poco presente en la selección, quizá por el lastre de ponerles detrás a Sergio Ramos, más campeón que dechado de deportividad, y ya más grande en la acepción de mayor de edad que en las  otras.

Piqué se retiró a tiempo pero él no entendió el significado de los buenos ejemplos. Lo de marcharse para abrir la posibilidad de que las cosas entonces vayan mejor tampoco está demasiado de moda en la política, pero ahora no caeré en la tentación de hacer venir a cuento por tercera vez los dos nombres de antes. En realidad pienso que en la orilla de enfrente a ellos también tendría que haber jubilaciones prematuras pero convenientes, especialmente dos del Madrid ye-yé apellidados Casado y Rivera, extremos poco finos y leñeros reconvertidos en técnicos.

Con el actual cuadro de entrenadores todo huele a descensos. Y después de lo ocurrido en Barcelona esta semana es inevitable decir que tanto la política española como la catalana, y al igual que la selección de fútbol o como el otrora llamado Real Club Deportivo Español, a lo que huelen también es a chamusquina. Especialmente al atardecer y primeras horas de la noche, que es cuando se juegan los grandes partidos y los grandes despropósitos.