Hace más de cien lunes que Josep Maria Oliveras, fotógrafo, estudioso del mundo de la imagen, investigador de la mirada, se planta en la plaza del Vi de Girona para fotografiar la semanal y litúrgica concentración de protesta contra el encarcelamiento de los líderes catalanes. Lo hace por encargo del Centre d’Investigación i Difusió de la Imatge (CRDI), pero también porque tiene la intuición de quien sabe que la fotografía es la constatación de un hecho y también el dibujo de una panorámica sobre el tiempo que se escurre.

A lo largo de estos dos años, ha vivido todo tipo de escenas. La plaza llena o medio vacía, el sol, la euforia colectiva, la lluvia, el desencanto, el calor insoportable del julio, la persistencia, el frío inhóspito del febrero. Y las ha fotografiado, y tarde o temprano las publicará y serán testimonio de una época, de los días inciertos que estamos viviendo. Con la recurrencia y la constancia del observador aséptico habrá documentado vestidos y caras y abrigos y camisetas y luces diversas y cambiantes, gritos y protestas, cantos y proclamas. Mientras algunos se sublevan, otros piensan que alguien tendrá que recordar, en el futuro, a quienes se sublevaron.