MIRADOR

La voz y el silencio

Plácido Domingo. / AP

En la misma semana en la que el gran Messi, 'The Best',  aparecía triunfador en el escenario de La Scala de Milán, el gran Plácido Domingo abandonaba compungido el escenario del Metropolitan Opera House de Nueva York. No tiene nada que ver una cosa con la otra, por supuesto, ni tampoco la una es consecuencia de la otra como podría llegar a pensar un taimado y fanático melómano, pero coincidirán conmigo que en el arco que traza la unión de los dos hechos puedan llegar a anudarse reflexiones y opiniones muy diversas.

Censuraré al hombre, llegado el caso. Pero me entristece profundamente lo que le está pasando al artista. Entre la voz y el silencio, me quedo con la voz

Messi no cantó 'La Traviata'. Tampoco nadie esperaba que lo hiciera, ni siquiera en el doble sentido que tiene la expresión. Lo suyo fue un discurso ligero, amable, cumplido, sin pretensiones. Algo así como una 'arietta' de Rossini. Y le ovacionaron. Plácido Domingo, en cambio, abandonó el MET en silencio, por la puerta trasera, al finalizar un ensayo, sin llegar a estrenar. 

Después de más de 800 noches triunfales en las que las ovaciones ("¡The Best!", "The greatest!")  llenaban el teatro, el silencio de ahora (silencio ignominioso, dicen quienes le creen culpable; respetuoso, quienes sostienen su inocencia; misericordioso, quienes, con la duda en el cuerpo, lamentan lo que está pasando) tiene un sabor muy distinto al de aquel otro que se produjo en ese mismo teatro al finalizar una de sus interpretaciones de 'Othello', cuando el público, emocionado y paralizado por lo que acababa de oir, fué incapaz de reaccionar y el aplauso no estalló hasta al cabo de unos minutos. Silencio, aquel, que elevó al tenor a los altares. Silencio, el de ahora, que quiere bajarle a los infiernos. 

Desde mi respeto y comprensión a las mujeres que acusan a Plácido Domingo de comportamiento indebido, sugiero idéntico respeto al sujeto de unos hechos no probados y pendientes de investigación. Censuraré al hombre, llegado el caso. Pero me entristece profundamente lo que le está pasando al artista. Entre la voz y el silencio, me quedo con la voz.  Y con la voz, el eco y el beneficio de la duda.