Editorial

Catalunya, en un 'impasse'

El debate de política general mostró un escenario polarizado y estéril a la espera de la sentencia del 'procés'

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, en el debate de política general en el Parlament. / FERRAN NADEU

La política catalana se mueve en un estado de espera que se antoja perpetuo, lo que equivale a que Catalunya se encuentra en un 'impasse', con un Govern de la Generalitat sin iniciativa política más allá de la amenaza, sin concretar, de repetir la vía unilateral y unos presupuestos que se vienen prorrogando desde el 2017. El debate de política general celebrado este miércoles en el Parlament siguió el guion en el que se mueve esta legislatura: un presidente de la Generalitat abonado a la estéril gestualidad independentista que encuentra su horma en la retórica –más incendiaria, pero igual de estéril– de Ciutadans y del PP. Entre los dos extremos de un Parlament altamente polarizado, el esfuerzo de los 'comuns', PSC y, a su manera, de ERC de poner encima de la mesa asuntos vitales para la ciudadanía –educación, sanidad, la pobreza infantil, la emergencia climática– tiene escaso eco, a pesar de que una parte importante del debate estuvo dedicada a la necesidad de aprobar los presupuestos del 2020. Pero con los tambores de una convocatoria electoral en el horizonte, la política catalana vive a la espera de la sentencia del Tribunal Supremo a los líderes políticos y sociales del ‘procés’ . Todo lo demás, por muy trascendente que sea en el día a día de la ciudadanía, parece secundario.

En su discursoTorra sacó pecho con datos macroeconómicos, aunque después se esforzó en evitar el cuerpo a cuerpo con una oposición que dibujó un escenario menos halagüeño. Sin autocrítica, cayó en cierta e injustificada autocomplacencia («Catalunya va bien») y se esforzó en intentar seducir a los partidos de izquierda para que  negocien los presupuestos. Por motivos opuestos, CUP y PSC rechazaron la oferta. Los 'comuns' sí recogieron el guante con la idea de sacar al país de la «parálisis».

Fiel a su estilo, Torra se sintió más cómodo al abordar la situación política. El ‘president’ criticó con dureza la detención de los miembros de los CDR acusados de terrorismo y dibujó de nuevo una España de trazo grueso y rostro feroz, represora y vulneradora de derechos y libertades fundamentales, para contrastarla con una Catalunya que defenderá con firmeza sus derechos en lo que Torra ha venido a llamar la «confrontación democrática». El ‘president’ no dio detalles de cómo será la respuesta que el independentismo pretende que sea unitaria a la sentencia del TS, más allá de insistir en la voluntad de seguir adelante en el proyecto soberanista, sin precisar. Mientras hablaba en la sesión de tarde, Torra desobedecía a la justicia al no retirar la pancarta a favor de los presos de la fachada del Palau de la Generalitat, abriendo un nuevo frente (gestual y simbólico, pero que puede tener importantes consecuencias políticas) con la justicia que no contribuye a serenar los ánimos.

Tampoco ayuda el frentismo y la sobreexcitación de Lorena Roldán –su comparación implícita del independentismo con ETA es inadmisible– y de Alejandro Fernández. Ellos también contribuyen, en las formas y en el fondo, a la parálisis política que mantiene a Catalunya en el limbo. A la espera de una sentencia, cuyo alcance y consecuencias se desconoce. Una cosa, no obstante, es segura: tras el fallo hará falta responsabilidad, serenidad y altura de miras, virtudes que hoy no abundan.