De vez en cuando, nos horrorizamos con algunas noticias como esta: "Unos padres pierden la custodia de dos de sus hijos por humillarles en Youtube Ciertamente, es un escándalo que unos progenitores se dediquen a maltratar a sus hijos para conseguir unos clics en una red social y ganarse un dinero gracias a la morbosidad y crueldad de los usuarios. No es un fenómeno nuevo. La literatura y el cine nos advierten de que, históricamente, siempre ha habido casos aislados de utilización de menores para conseguir dinero fácil o para salir de apuros. Aún nos resuena el caso de los padres de Nadia Nerea que utilizaron durante años la enfermedad de su hija para estafar a cientos de personas bienintencionadas a las que sisaron nada más y nada menos que 400.000 euros paseando a su hija por los platós de televisión. En general, damos por supuesto que desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la creación de Unicef (cuyo logo lució el Barça en sus camisetas), la explotación infantil es una práctica a erradicar. Aun así, organizaciones como Save the Children nos recuerdan permanentemente que importantes multinacionales occidentales basan sus beneficios en el trabajo -en realidad explotación- infantil en los países pobres.
Hay formas más sutiles y que nos provocan menos horror. Todos conocemos en nuestro entorno casos de padres y madres que presionan de manera desmesurada a sus hijos e hijas para que destaquen en algún deporte o en alguna práctica artística. Incluso a plena luz de la televisión en esos programas de presunta captación de talento. En algunos casos, esa presión se convierte en enfermiza con consecuencias graves para la salud mental, y en algunos casos física, de sus hijos. Nadie dice nada. Algunos se esconden tras el legítimo deseo de darles una vida mejor a sus hijos. Otros intuímos que lo hacen para superar sus propias frustraciones. Pero los hay que simple y llanamente tratan de enriquecerse con el talento de los menores. Los padres de Neymar, por ejemplo, crearon una sociedad, de la que son los accionistas al 50%, para gestionar los derechos de su hijo tres años antes de que fuera profesional y mayor de edad. Una empresa a la que le conviene comprarlos y venderlos cuantas más veces mejor, como ha explicado el gran Emilio Pérez de Rozas. Les da igual al Barça que a La Casa de papel. Si lo hicieran en Youtube, sería un escándalo. Pero el Barça es "més que un club". O ya no.