Editorial

Un nuevo percance ferroviario

El descarrilamiento en la R3 pone de manifiesto la urgencia de más inversiones, más controles, más interés político y una mejor gestión de Rodalies

Un convoy de tren descarrilado en Ribes de Freser, muy cerca de donde ha descarrilado otro, este martes. / ARCHIVO/ JOAN CASTRO

Este año se cumple el centenario de la construcción de dos túneles de una gran complejidad técnica (el del Cargol y el de Toses) que permitieron salvar la collada de Toses y establecer una línea ferroviaria de carácter internacional que unía Barcelona con la frontera francesa, a través de Ribes de Freser, Ripoll y Puigcerdà. Cien años después, lo que fue entonces una hazaña de la ingeniería y el sueño de una conexión con París, se ha convertido hoy en un trayecto (el R3 de Rodalies) casi dantesco, por el mal estado de conservación, la precariedad, la dejadez y la falta de inversiones de Adif. Justo en el túnel de Toses es donde el pasado martes se produjo un descarrilamiento por desprendimiento de rocas que obligó a evacuar a los pasajeros del último convoy del día y a suspender la circulación entre las estaciones de Ribes y Puigcerdà.

Por suerte, en esta ocasión no hubo víctimas mortales, como ocurrió en los accidentes de noviembre y febrero de este mismo curso en la línea R4, en Vacarisses y Castellgalí. Los alcaldes de la zona afectada se quejan ostensiblemente de falta de comunicación e información a cargo de la empresa administradora de la línea ferroviaria y de la peligrosidad provocada por el práctico abandono en el que se halla. Para evitar tragedias futuras, solo hay una solución, y resulta evidente desde hace años: más inversiones, más controles de calidad, más interés político y una mejor gestión del servicio de Rodalies.