Análisis

El bálsamo europeo es muy compartido

Gonzalo Boye, junto a Laura Borràs y Míriam Nogueras, en la puerta de la sala donde los eurodiputados electos han acatado la Constitución.  / DAVID CASTRO

Gonzalo Boye además de abogado es un experto en logística según su currículum judicial y últimamente también se está demostrando como publicista virtuoso. A pesar de no conseguir hacer efectiva su profecía (“sin duda, Puigdemont y Comín estarán el día 2 en el Parlamento Europeo”), organizó en Estrasburgo su particular puesta en escena. En realidad un discreto acto político que solo mantuvo la tensión gracias al suspense creado por él mismo sobre si sus clientes cruzarían a no el puente que separa Francia de Alemania. Naturalmente, Boye conocía la existencia del convenio de readmisión de personas en situación irregular firmado en 2002 entre España y Francia, pero no socializó su información hasta el momento de explicar que los dos diputados electos pero no proclamados seguirían en Kehl por motivos de seguridad bien comprensibles. 

El abogado más famoso de Catalunya mantuvo la discreción en aras de la dramatización exigible para mantener el interés de la concentración multitudinaria. Desgraciadamente para él y sus representados, el día antes, cuando los autocares ya viajaban rumbo a Estrasburgo, el presidente del Tribunal de Justicia de la Unión Europea interpretó el contencioso sobre las actas de Puigdemont y Comín como la inmensa mayoría de los juristas europeos: la lista válida de diputados es la que elaboran los estados y en todo caso, el fondo del asunto, debe ser resuelto por la justicia española. Según admitió a los minutos de conocerse la desestimación de las medidas cautelares, él ya previa el desenlace provisional, pero la tensión narrativa manda.

En el interior de la Cámara, el diputado irlandés del Sinn Fein, Matthew Carthy, exhibió una foto de Puigdemont y reclamó la atención del pleno para los diputados ausentes. El presidente saliente, Antonio Tajani, se hizo el sueco y la protesta de los vecinos de escaño de Carthy no pudo competir con el alboroto formado desde las filas de los contrarios al Brexit, también de amarillo, pero muchos más. La sesión se levantó rápidamente, no por las protestas (también de los euroescépticos y de los críticos con la política de inmigración de la UE), sino porque la partida política se estaba jugando en Bruselas y allí no había nada qué hacer. 

El bálsamo europeo es caro de obtener y el éxito de la internacionalización depende del cristal desde el que se mire. Hay mucha competencia, tanta como fe en el independentismo. Las causas que buscan  proyección internacional, acomodo y respaldo en el Parlamento de la Unión Europea son múltiples. En pocos minutos quedó meridianamente claro en la sesión inaugural. El estratega Boye lo sabe, la notoriedad es mucho más fácil de obtener fuera del hemiciclo, en la calle y en los tribunales, en los platós de televisión, en las redes sociales. Claro que cómo ya nos dijo cuando la Junta Electoral Central se negó a aceptar el acatamiento de la Constitución de sus clientes por imperativo legal y por poderes notariales, nunca nos va a revelar su estrategia, sería muy aburrido, aseguró.