Para los amantes de los 'rankings', de estar en el 'top ten', de escalar posiciones en el club de los 'number one'. Ahí va un hito relevante: Barcelona ocupa el primer puesto europeo en… contaminación de dióxido de azufre: 33 toneladas anuales emitidas por los cruceros que llegan al puertocruceros . Cinco veces más que todos los coches de la ciudad juntos, que ya es una barbaridad. Además de merecer la medalla de oro local, a nivel estatal también obtenemos la medalla de plata: el segundo puerto más contaminador de Europa es el de Palma de Mallorca, con 28 toneladas, en el tercer puesto está Venecia. Si sumamos los puertos de Santa Cruz de Tenerife y el de Las Palmas, en séptima y novena posición, encabezamos de largo este triste honor depredador.
Más récords de la Ciudad Condal: somos la primera ciudad europea en prostitución –con pico estratosférico durante el Mobile World Congress–, y una de las principales puertas de entrada de mujeres para su explotación sexual según la ONU. Estamos en la cabeza estatal en desahucios: se dictaron 4.880 en el 2018. También lideramos en España el número de sintecho, 3.500. Estamos a la vanguardia de los contratos basura temporales en el sector de la hostelería. Campeones en la lista de carestía de la vivienda: la de segunda mano ha doblado su precio en apenas cinco años. La de obra nueva ha subido un 38%, y lo más sangrante: el alquiler, un 36%. Todo un récord.
Creo que hacer 'rankings' o presumir de récords es bastante absurdo y siempre muy discutible. Pero, si se hace, se deberían contemplar aspectos complementarios, no solo los que nos convengan. Y conocer sus repercusiones. Destacar en según qué asunto puede implicar descender en otro. En Barcelona nos gusta presumir de ser valorados internacionalmente como la ciudad más deseada por los extranjeros, o la preferida para hacer inversiones. Pero también nos interesa otro 'ranking': cómo vivir mejor el mayor número posible de ciudadanos que estamos por aquí. Que sigan las políticas sociales, aquí si molaría ser 'number one'.