Colas en el Everest

Paciencia

Si uno de esos excursionistas hubiera abandonado el rebaño, en un gesto de dignidad suprema, ahora sería viral

El atasco del Everest. / AFP

Hace días que no me quito de la cabeza la famosa cola del Everest, esa imagen tan estrambótica en la que descubríamos el momento en que los escaladores se convertían en excursionistas. Y más aún cuando he visto una grabación de la espera glacial. Escalar es subir por una superficie difícil, muy vertical, utilizando las cuatro extremidades para progresar. Y hacer excursionismo es practicar actividades deportivas en la montaña. El diccionario no admite dudas.

En la cola del Everest no había progresión sino paciencia. La actividad que llevaban a cabo era la espera, que no es precisamente la predisposición natural que tienen las cuatro extremidades cuando están en movimiento. En las caravanas convencionales, la tendencia más habitual es cambiar de carril, con la esperanza de encontrar una salida airosa al desagradable embrollo en donde te has metido. O dar media vuelta y mandarlos a freír espárragos. Cuando tienes al Everest allí mismo, sin embargo, ¡cualquiera se atreve a renunciar a la gesta heroica! Si uno de esos excursionistas lo hubiera hecho, si hubiera abandonado el rebaño, en un gesto de dignidad suprema ("me piro, aquí os quedáis"), ahora sería viral. Y sería mi héroe.

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