CRISIS EN EL REINO UNIDO

El día más triste para Theresa May

Theresa May, durante la rueda de prensa en la que ha anunciado su renuncia, este viernes. / LEON NEAL (GETTY IMAGES)

La foto de hoy es la de las lágrimas de Theresa May al final de su anuncio de dimisión, después de señalar que ha sido la segunda mujer en ocupar el puesto de primera ministra, pero que no será la última. Una dimisión en fascículos, preanunciada hace unos días aunque sin fecha, concretada finalmente para el 7 de junio.

May pasará a la historia como la líder que no supo ni pudo llevar a su país al  paraíso del 'brexit'. La historia de un fracaso, por mucho que ella haya querido mencionar en su breve alocución algunos de los logros de su gobierno.

No se puede decir, sin embargo, que no lo haya intentado todo: con Bruselas, donde se encontró con la sorpresa de un frente unido; con los laboristas, dispuestos como cualquier partido de la oposición que se precie a aprovechar cualquier resquicio para minar su suelo; y con los suyos, los peores, los más enfrentados, los más crueles.

Abrir la puerta figurada a un segundo referéndum ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de los 'tories'; un partido que se ha servido de ella para canalizar su durísima batalla interna y para navegar por las turbulentas aguas del 'brexit', pero que estaba solo esperando el momento propicio para dejarla caer.

Y siguen así. Al diferir la fecha hasta junio, May tendrá que asumir la que se espera como aplastante derrota del Partido Conservador en las elecciones al Parlamento Europeo; y tendrá que hacer de anfitriona del presidente norteamericano, Donald Trump, que visitará el Reino Unido a partir del próximo 3 de junio.

Esa también será una foto triste: una primera ministra de salida recibiendo a un presidente no muy bien recibido. No habrá -parece- grandes muestras de apoyo en las calles para escenificar esa relación especial sobre la que el Reino Unido brexiter pretendía reedificar el país tras la salida de la Unión Europea. Incluso es posible que Trump, en su zafiedad infinita, descuide a May para resaltar su admiración por Nigel Farage.

Ahora se reabre el melón de la sucesión. Entre los nombres que se barajan dominan los partidarios del 'brexit' duro o muy duro; alguna candidata potencial todavía tiene el valor de declararse 'remainer'. Los pronósticos presentan a Boris Johnson como el mejor colocado; con sus vaivenes y sus veleidades populistas, da vértigo pensar que el Partido Conservador pueda seguir esa deriva.

Personalmente el que más gracia me hace fue uno de los primeros que anunció hace días su intención de competir por el cargo, aunque tiene pocas, muy pocas, posibilidades de resultar elegido. Se trata de Rory Stewart, un conservador centrista con una interesante trayectoria en el servicio exterior y algunos libros a sus espaldas, como el delicioso 'The Places in Between', en el que describe su viaje a pie a través de Afganistán. Alguien que, al menos, tiene una mirada abierta al mundo.

En el más que imprevisible panorama de la política británica regresamos al punto de partida: desde estos momentos, puede volver a ocurrir de todo. Solo sabemos que Theresa May ya no saldrá en la foto.