Ocho telegramas tras los debates

El exceso de tópicos desfasados daña la credibilidad y vitalidad de la política

Pablo Casado, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Albert Rivera, en el plató de Atresmedia. / JOSÉ LUIS ROCA

Sandro Rosellabsuelto tras 643 días de prisión preventiva mientras la instructora, Carmen Lamela, ha sido premiada con un puesto en el Supremo. Cs ficha a Ángel Garrido, expresidente del PP de la Comunidad de Madrid. ¿Sale Cs, el partido regenerador, beneficiado por el fichaje de tránsfugas?

Para escribir largo, pero me debo a los debates. Primero, menos mal que los ha habido. Segundo, cuesta entender que en el de la televisión privada -la pública es otra cosa- no haya podido estar Vox ya que los sondeos le dan una veintena de escaños. El reglamentario daña la salud. Tercero, las dos televisiones y los cuatro partidos hablan de modernizar los horarios, pero los dos debates fueron a las diez de la noche. Y lo mismo pasó ayer en TV-3. Predicar con el ejemplo.

Vayamos al fondo. Cuarto, los tópicos más primitivos -derecha e izquierda como radicalmente antagónicas y Catalunya como golpe de Estado- dominaron en exceso el debate. Solo así se entiende que en un país que ha cedido parte de su soberanía -no solo económica- se debatiera como si Europa no existiera. Los partidos están cómodos en un provincianismo ibérico que ya no responde ni a la realidad ni a lo posible.

Quinto, la consecuencia fue el maniqueísmo. Echar a Pedro Sánchez, rehén de los independentistas, es la emergencia nacional. La derecha es machista y reaccionaria por definición. Exceso de brocha gorda. La política económica de Sánchez es distinta a la de Mariano Rajoy, pero no tanto. Como la de Alexis Tsipras, que hizo en Grecia un referéndum para saltarse las directrices de la UE y acto seguido las abrazó. Las ventajas de los referéndums. Y sin el euro -tan criticado por Podemos- los españoles viviríamos peor porque los bajos tipos de interés del BCE nos han ahorrado miles de millones con los que el Estado ha podido atender otras necesidades y empresas y familias han respirado más. Ni una palabra sobre eso. ¿Por qué rompe clichés?

Una esperanza

Sexto, es oportunista -y poco sensato- que Pablo Casado y Albert Rivera califiquen de traición la política de Sánchez. El conflicto catalán solo se podrá encauzar con consenso entre partidos españoles y diálogo con fuerzas catalanes que reciben el 47% de los votos. Con acuerdo entre Rajoy y Sánchez, el Senado votó el 155 que abortó la independencia unilateral. Olvidarlo parece suicida. Lo único esperanzador es que ni Casado ni Rivera insistieron en lo de otro 155 preventivo y largo.

Séptimo, repetir tópicos no es útil. El estado del bienestar europeo es un gran activo, pero exige impuestos. Rivera lo olvida y Sánchez no debió permitir que Iglesias prometiera el cielo sin advertirle de que los Reyes Magos son los papás. Por suerte Iglesias mejora algo y quien prometía liquidar el régimen del 78 recurre ahora a la Constitución del 78 como a la Biblia. Y riñe a la derecha, con razón, por su mala educación.

Octavo. Sánchez va en cabeza y aguantó (no sin dejar pelos en la gatera) ataques justos e injustos, pero le faltó liderazgo integrador. Quizá por eso el resultado del domingo está ahora algo menos claro.