Pequeño observatorio

Fracasos y éxitos para mañana

Muchos escritores desean que su obra perdure cuando ya han muerto. A mí no me importa nada

En esta casa nació Shakespeare  Su padre tenia un taller de confeccion de prendas en cuero en los bajos de la casa. / ALFONS RODRIGUEZ

Pienso que es evidente que muchos escritores desean que su obra perdure cuando ya han muerto.

Ya me perdonarán, pero eso no me importa nada. 

La historia demuestra que el olvido es un hecho básico de la vida de los humanos. Cada generación experimenta un cambio en el paisaje de recuerdos. 

En muchos casos la desmemoria puede ser una acción sanitaria. Atención a los recuerdos que hieren, o que perturban la evolución natural de una vida. 

¿Se puede dejar alguna cosa que suponga un lazo con el futuro? No hablo de objetos de valor económico. Hablo de objetos que puedan enlazar el presente con el futuro. 

Un caso especial se hace evidente cuando se trata de la muerte de un artista o de un escritor. Los artistas que mueren dejan a disposición de la sociedad pinturas y libros.

En general, la aspiración de estos casos singulares es que sus obras duren. Que los libros continúen publicándose, y que las obras de arte sean expuestas en los museos, o al menos vendidas a buenos precios. 

Hoy continúa representándose a Shakespeare y se interpretan obras de Mozart.

Pienso que no trabajaban por la posteridad sino para la satisfacción del público. 

El escritor Josep Pla basó su considerable obra en el uso de un lenguaje de aire a menudo popular. A él le gustaba presentarse como si fuese un 'pagès'. Pero todo el mundo sabía quién era. Un escritor de gran cultura que había corrido mundo. 

Su instrumento de seducción era precisamente el de un hombre que es sabio y presenta las ideas como una provocación. Y, en el fondo de todo ello, la angustia. Un día le preguntó a su editor: “¿Tú crees que cuando me haga muerto me leerá alguien?"