Análisis

Qué más dará

Unos candidatos surfean sin decir nada, a otros les brotan las palabras como si tuvieran vida propia

Pablo Casado, su esposa y parte de la cúpula del PP, en la clausura de la convención nacional, este domingo en Madrid. / DAVID CASTRO

Por suerte, nadie se fija en los detalles y lo último que se espera de un candidato es la matraca de sus propuestas cuando puede limitarse a sonreír y tuitear. Votad, cabrones, haced que pase. Las promesas funcionaban antes, cuando éramos vírgenes y se decía que las elecciones se ganaban por el centro y España era un país, no una ideología. Ahora que se discute sobre los tamaños de las banderas, los programas se disimulan o se cubren de sonrisas y corazones o los llenan de gerundios que no llevan a ningún sitio. Observen esta campaña misma, que cuando vaya a empezar parecerá que esté por terminar sin que haya una oferta que determine el debate social ni ponga al país frente al dilema de qué quiere ser de mayor más allá del asunto, que es Catalunya.

Por algo Santiago Abascal centra el interés de la competición, porque surfea sin decir nada, dejando hacer a la testosterona y los prejuicios y a cada pregunta concreta responde con lo mucho que quiere a España. ¿Y qué opinas de política internacional?, le preguntó su compadre Sánchez Dragó: “Ves, ahí me pillas”. Política internacional, dice, como si fuera a importar.

 

Existe alguien que, contra la tendencia y contra el CIS, trata de imponerse a tanta inanidad y condimenta los días monocolores con propuestas distintas, de lo social a lo económico. Ahí está Pablo Casado, que conquistó el liderazgo del PP con los anuncios más controvertidos -en moderno se llama desacomplejados- pero se expone al peor dato de su partido. Por eso, para que se vea que él responde a las preguntas más complejas y le sobra formación para la política internacional, sugiere la reducción del Salario Mínimo Interprofesional, lo que suena tanto a suicidio político que uno se pregunta si no será una audacia que somos incapaces de valorar. La respuesta es fácil. 'Fake news', se revuelve él para salir de su propio enredo, aunque haya frases de Casado que desmientan a Casado. Corre el riesgo el candidato de que le atropellen sus palabras, que brotan con vida propia y, cuando menos te lo esperas, te lo encuentras en el salón declarando algo.

'Fake news', dice, como Donald Trump. Lo mismo que cuando el PP planteó que las mujeres en situación irregular no fueran expulsadas por un tiempo si habían dado en adopción. Lo mismo que ayer, cuando Isabel Díaz Ayuso habló de reconocer “al concebido” como nacido pese a que no supo explicar qué sucedería si la mujer aborta. Ahí me pillas. No se puede andar con concreciones, si las campañas se hicieron para ir a freír pimientos donde Bertín Osborne, no para que le vengan Adolfo Suárez Illana, si eso él lo sabe bien.

Y así andamos, en fin, esperando la pegada de carteles, dispuestos a desmentir que todo sea Catalunya si igual asistimos a la primera campaña en la que no esperan a estar en el Gobierno para rectificar lo que prometieron. Conviene admitir, al menos, que es mejor así, si llegan a las elecciones rectificados e incumplidos, a la manera de Tezanos, que no cree lo que dicen sus encuestas y las desactiva sin rubor. Qué más dará todo, si solo se ven las banderas.