Dos miradas

Charnego

No existe la Catalunya uniforme que algunos, ensimismados en una lectura maquillada del pasado y el presente, creen ver. Es importante visibilizar todas las miradas

Escena cotidiana en el cámping la Ballena Alegre en 1995. / CARLOS MONTAÑÉS

El Pijoaparte de Juan Marsé lo inmortalizó literariamente. Charnego fue la palabra elegida para seguir una de las tradiciones preferidas de la humanidad: despreciar al recién llegado pobre. Pero Catalunya fue tierra de acogida y los inmigrantes de entonces, aunque nadie les regaló nada y se dejaron la piel trabajando, consiguieron dar un futuro a sus hijos. El ascensor social funcionó. 

El pasado lunes, en la presentación de la cuarta edición de la Primavera Republicana del Ayuntamiento de Barcelona se dio a conocer el ‘Festival de Cultura Txarnega’. Una invitación a reflexionar sobre la aportación cultural a Catalunya de esa memoria. Ya han nacido aquí las primeras y segundas generaciones de aquel aluvión migratorio, ¿existe una mirada particular desde esa herencia? El tema es interesante. Habla de nosotros, de las múltiples identidades de nuestro entorno y de cómo se viven. Que el anuncio de ese modestísimo festival de cuatro horas de actos -¿lo comparamos con cualquier fasto nacionalista?- haya provocado un alud de críticas en las redes, indica hasta qué punto es necesario. Y más cuando las exaltaciones identitarias recorren el mundo. No existe la Catalunya uniforme que algunos, ensimismados en una lectura maquillada del pasado y el presente, creen ver. Es importante visibilizar todas las miradas. Y también analizar si el ‘procés’, con sus prisas y sus mentiras, ha levantado barreras que creíamos ya derribadas.