Al contrataque

Un juicio

No escojo a mis amigos según sus afinidades políticas, desconfío un poco de los grupitos en que todo el mundo profesa la misma ideología

El abogado de Junqueras: La causa atenta al derecho a protestar de los catalanes. / POOL / EMILIO NARANJO (VÍDEO: EFE)

¿Puedo decir sin que nadie me insulte que lo que sentí el lunes al ver por primera vez a los acusados del juicio del 'procés' sentados en el banquillo fue pena? También un cierto cansancio, reflejo quizá de los rostros de los acusados y de lo mucho que viene durando esta historia, como si nunca hubiésemos conocido otra, y desánimo también, como cuando crees que has despertado de una pesadilla e intentas encender la luz pulsando el interruptor y al ver que no se enciende te das cuenta de que en realidad sigues dormido, sumido en el sueño.

Nunca he votado a un partido independentista, ni siquiera nacionalista y no siento afinidad alguna por sus ideas. Tengo amigos muy amigos que consideran que los presos deberían estar en la cárcel durante muchos años y tengo amigos también muy queridos que les han escrito cartas a la prisión para animarles y que incluso han donado dinero a la causa.

No me he peleado con ninguno de ellos, no escojo a mis amigos según sus afinidades políticas, desconfío un poco de los grupitos en que todo el mundo profesa la misma ideología. Jamás he querido a alguien por lo que pensaba sino por lo bien que pensaba. Y a pesar de no ser especialmente bondadosa, jamás he deseado que alguien se pudriese en prisión (a excepción de los criminales que ejercen la crueldad contra seres más débiles e indefensos, animales y niños en particular, pero ni siquiera esos tengo claro que deban “pudrirse en prisión”).

Hay personas, amigos, que ya están poniendo el grito en el cielo ante la mera posibilidad, atroz según ellos, de que después del juicio, en algún momento de sus vidas (es de esperar que antes de que se pudran), los acusados sean indultados. Hay políticos (católicos incluso) que juran que si llegan al poder nunca les darán la amnistía (o sea, el perdón).

No conozco personalmente a los presos, coincidí con Romeva una vez en un almuerzo de Sant Jordi hace tres o cuatro años y fue muy agradable. Y ese mismo día me presentaron a Junqueras y decidí pedirle que se hiciese una foto conmigo para mandársela a uno de mis amigos 'indepes'. No accedió inmediatamente, me preguntó con amabilidad si la quería para criticarle o burlarme de él, me sorprendió la pregunta y la ingenuidad casi infantil con la que me la hizo. Le aseguré que no (la verdad es que no se me pasaría nunca por la cabeza pedirle a alguien una foto para luego insultarle o mofarme de él) y nos hicimos la foto.

No es cierto que Catalunya se haya roto y que las familias ya no se hablen, ha pasado el tiempo, años ya, nos hemos acostumbrado, hablamos de otras cosas. Pero estaría bien que un día, antes de que nos pudramos todos, al abrir los ojos y pulsar el interruptor, se encendiese la luz.