Un alto dirigente del PP ha soltado esta delicia en forma de símil: "Es como si tuvieras una tienda desde hace más de veinte años y dejas de atender bien a la clientela, y subes los precios y cierras cada día un poco antes, y resulta que un día se instala otra tienda como la tuya, pero con gente más simpática y con unos precios más bajos. Y resulta que tienes que mejorar y ponerte a su nivel". La tienda es el PP y el nuevo establecimiento es Vox, y los clientes son los votantes, como es obvio. La reflexión es burda y esquemática, pero nítida. Se trata de vender y de pensar que hay un grueso de compradores que siempre quieren los mismos productos. Venden lo mismo, ambas tiendas. La única diferencia es el trato. Y el precio. Si hubieran sido más agradables (es decir, si hubieran satisfecho los instintos más bajos del personal) y si el precio fuera razonable (es decir, si no se hubieran hecho concesiones a los proveedores: "hemos renunciado a muchas banderas"), los clientes no habrían ido a la tienda de la esquina.

Resulta que esta nueva tienda ya está instalada y no piensa cerrar las puertas. Al contrario, está haciendo atractivas campañas de promoción de los productos, con unos escaparates llamativos: modelos de siempre con nuevas apariencias. "Resulta que tienes que mejorar", dice el dirigente del PP. Es decir, vender más barato y ser más simpático. Es decir, ser más de extrema derecha, que es la manera de hacer reflotar el negocio.