En el penúltimo disco de Mary Chapin Carpenter, 'The Things That We Are Made Of', destaca un tema de tempo lento que parece pensado para hacer lucir la letra: "Hand on my back". La cantautora habla en él de recuerdo y agradecimiento, y de cómo a medida que avanzamos en la vida lecciones y sueños se van entrelazando: "Todos volvemos al suelo, todos caemos del cielo/ Nos quemamos, nos rompemos, nos destrozamos y lloramos/ Pero nos mantenemos enteros por la vista y por un pacto/ que empieza con el toque de tu mano en mi hombro". Escucho la canción y la vuelvo a escuchar lejos de casa y de los hechos de los últimos meses, los buenos y los luctuosos, y entre estos últimos me doy cuenta de que en pocos meses han muerto dos personas que de alguna manera fueron manos en mi hombro.
Recuerdo a buena gente que ha muerto en los últimos meses, Robert Saladrigas y Màrius Sampere
Lo fue el novelista y crítico Robert Saladrigas (1940-2018), responsable durante mucho tiempo de la sección de libros de 'La Vanguardia', donde en los años 80 acogió a un crítico veinteañero y sin experiencia con tres jefes (Josep-Anton Fernàndez, Oriol Izquierdo y quien esto firma) y nombre inventado, Joan Orja. Saladrigas no nos conocía de nada y nos dio una confianza absoluta: no recuerdo un solo caso de censura ni ningún tropiezo grave en cuatro años de reseñas regulares, y sí en cambio un puñado de conversaciones tranquilas, curiosas y alentadoras. Gente buena, buena gente. También lo fue Màrius Sampere (1928-2018), ahora noticiado y homenajeado pero durante años -hasta que lo fue reivindicando la tozudez de Vicenç Llorca, Àlex Susanna o Sam Abrams- poco más que un iluminado periférico. Sampere era, como Saladrigas, discreto, amable y generoso, y su mano temblorosa tiembla aún en mi antebrazo cuando lo evoco. A veces pienso si no me debió pasar así parte de su empeño por escribir.
¿Cuántas manos caben, una sobre la otra, en nuestros hombros tan pequeños? Vuelve a empezar la canción de Chapin Carpenter: "Me muevo por el mundo como una flecha que vuela/ partiendo el aire mientras cartografío el cielo/ Y abajo muy abajo el eco no se pierde/ Recuerdos que suenen como cadenas que se tambalean". Flecha y aire, eslabones y cadenas, manos y hombros. Memoria y agradecimiento.