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El director se cree Dios

Alfonso Cuarón, en Londres, el pasado 13 de octubre. / GETTY IMAGES FOR BFI / JOHN PHILLIPS

El director se muestra demasiado, se pone por encima de lo que te quiere contar. Reconozco haber usado esa frase, aunque no sé si lo he hecho en mis críticas o en charlas de café. Pero, hasta ahora que se ha puesto de moda, no me había dado cuenta de lo absurda que puede ser. La ha puesto de moda 'Roma', que tiene varias escenas, sobre todo la de la playa, que están siendo cuestionadas con inercia en esos términos por los menos entusiastas. Que si Alfonso Cuarón se cree mejor que nadie, que si está más pendiente del cómo que del qué, que si el dispositivo formal de la película es tan sofisticado que asfixia la historia y sus emociones, que si el director se pasa de virtuoso… ¿En qué momento se convirtió en un problema pasarse de virtuoso? No sé.

Se me ocurren varias figuras clave de la historia del cine que no han tenido miedo (gracias a Dios) a lucirse en sus obras

En el fondo hay algo extraño, también injusto, en hacer pasar por un problema objetivo de una película algo que tiene más que ver con nuestra percepción. Es obvio que hay algunas (malas) películas en las que la desesperación de un cineasta por molar –y el fracaso en sus intenciones– incomoda. Pero eso es una cosa, y otra son esas obras cuyos autores se expresan con un virtuosismo técnico abrumador, con una sofisticación visual que desarma al más escéptico y/o entrenado, y sin ninguna modestia… entre otras cosas porque si fueran modestos sus películas no brillarían igual. Se me ocurren varias figuras clave de la historia del cine que no han tenido miedo (gracias a Dios) a lucirse en sus obras.

Ante estas últimas películas también podemos sentirnos incómodos, claro. Podemos enredarnos en su caligrafía asombrosa y no llegar al corazón. ¿Pero es necesariamente responsabilidad del cineasta? ¿Tenemos que culparle de intentar vacilarnos? ¿No puede ser que nos haya contado visualmente una historia como ha querido… y que seamos nosotros los que, por mil razones y estando en nuestro perfecto derecho, no conectemos con su dispositivo prodigioso? Tengo amigos enfadados con la escena de la playa. A mí, en cambio, me agarró el alma. Y todos decimos la verdad y tenemos nuestras razones. Pero afirmar que un autor se cree demasiado bueno para cargarse una película es un argumento algo frágil y caprichoso.